sábado, 4 de junio de 2011

SOLÍA SUICIDAR A LAS PALABRAS

   Solía suicidar a las palabras en post de la oración, solía separar las palabras de distinta índole en columnas y filas de líneas continuas, cárcel de tinta para ideas de eterna brevedad. Al percatarme de ello dibujé las líneas de forma discontinua, dejando así conocerse a los presos de aquel papel. Viendo mi empresa inútil decidí no escribir líneas entre mis letras y dibujé inspiración en cada espacio. Al verlo aún insuficiente las dejé volar libres, en esa libertad hipócrita que da el tamaño de un papel Din. a-4. Hoy hasta las comas y puntos me parecen piedras con las que puedan tropezar. Evito así pues escribir dichos signos, y con ellos desaparece también la coherencia de mi escritura. Pienso y luego abandono la tinta, pues ella da sólo una forma y un color a algo que es de todas las formas posibles y de color dulce y amargo. Dejo de escribir lo que siento para empezar a sentir lo que nunca debí escribir.


   Y hasta aquí. Sentí y viví aquello que sentí. Fui vórtice de sentimientos y espiral de miedos. Sonreí a las alegrías y también a los malos momentos. Fui pasatiempo del azar y diana imposible de acertar de mi voluntad. Sentí el no querer escribir cuando mas quería hacerlo. Hasta que caí en la cuenta de que, como en la historia del tornillo del libro de Morelli, tal vez una o mil palabras mías, por el mero hecho de tener forma de palabra, de oración, de texto, de vocal, tilde, coma o consonante, no significa que sean precisamente eso. Tal vez para vos parezcan palabras, tal vez vos no las vea acercarse y alejarse, tal vez no las vea moverse. Pero eso es porque a vos le han enseñado e incluso instruido a ver palabras y si por suerte para vuestra persona, la vida lo hizo inteligente a los ojos de su pluma, pueda alardear de ver ideas e intenciones entre tantos palabros.

   Pero ahora yo las veo acercarse y alejarse, y mientras duermo su movimiento es más lento, como más lento es el movimiento de las olas en bajamar, y cuando escribo o siento, su movimiento se hace más intenso. Intento deciros a vos, y a riesgo de que creáis que he perdido la razón, que en vez de letras yo veo a mi corazón.

   Mientras mi pluma se mueva y mi espada en forma de sarcástica conversación siga congelada bajo esta fachada de modales y educación. Yo seguiré derramando mi corazón, ya sea en un papel, una pancarta, una caricia o un anhelo… Anhelo el mío que vive en una lista de casi cuatrocientos números medio tachados. Uno por cada día que mi paciencia me ha amenazado a acabar con este apagón de abrazos y sonrisas.

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