domingo, 31 de julio de 2011

Ni manchará, ni adornará.

Desde entonces mi corazón dejó de ir casi flotando a metro y pico sobre el suelo. A cada latido empezó a pesar más hasta que cedió por su propio peso y sin querer lo pisé. Limpié la suela de mis zapatos con cualquiera que me crucé.. hasta que te conocí... ibas descalza con los pies cubiertos de sangre y una medio sonrisa que decía sin decir: si, si quieres podrás limpiarte en mi, pero la sangre de tus latidos no tendrá ni mi atención, ni mi mirada. Debes saber que tu corazón ni me manchará... ni me adornará.

viernes, 29 de julio de 2011

ÉL SE QUEJA

El teclado y yo. Yo discuto porque sé que le faltan letras, él se queja de que no tecleo con suavidad.

He visto distancias muy cortas medidas con regla entre las palabras que más me enervan: "TK" y "no quiero verte más"... son tan cortas las distancias, que ambas expresiones se conocieron en una noche en la que tú soñabas y él pensaba... ambas se reconocieron, se odiaron en un primer momento y acabaron en la misma cama, no precisamente durmiendo.

Palabras que tienen el poder justo, limitado, algo insignificante, palabras que apenas serán leídas, palabras cuyo poder es hacer pensar al ignorante, recordar al inteligente, confundir a los dos y hacer sentir a un servidor...

jueves, 28 de julio de 2011

ENTIENDO, PERO...

- ¿Me cuenta algo de usted por favor?

- Claro. Soy de ese tipo de personas que cuentan hasta cinco antes de decidirse a tirarse a la piscina, a beberse un chupito o a gritar al unísono. Es algo como: “uno, dos… ¡espera! Va, uno, dos y… ¡tres!”.

- Entiendo pero, ¿a qué tipo de personas se refiere?

- Pues no sé, es el mismo tipo de personas que aquellos a los que le gustan clavar chinchetas y odian sacarlas, o que les suelen costar dos intentos el cerrar la puerta del frigorífico. Supongo que soy de esos a los que los pequeños detalles les hacen pequeños.

- Entiendo. ¿Qué quiere decir con pequeño?

- Si, tan pequeño como es el amor para gente como usted.

- Si tan listo se cree, dígame, ¿de qué tipo de gente soy yo?

- De aquellos que sólo hacen preguntas
- ¿Y cree que aquellos que hacemos preguntas menospreciamos el amor? ¿Acaso no son ese tipo de personas las que suelen ser más inteligentes? ¿Por qué iba un grupo de personas inteligentes a no dar valor a algo que se cree que es tan importante?

 - No dije que buscase respuestas. Dije que sólo hacía preguntas. Usted no quiere respuestas, no porque no las necesite, ni por que ya tenga todas las respuestas sino porque tiene miedo de quedarse sin preguntas. Su vida carecería de sentido.

 
-¿Cree acaso saber que siento y que no?

- Quien mejor que yo.

- ¿por ejemplo yo?

- Resulta que los dos somos el mismo “yo”

- Entiendo…

- No, en realidad no entiende.

miércoles, 27 de julio de 2011

Mi Luna sigue menguando

Mi Luna sigue menguando y a punto está de desaparecer

siento que paso el día en la cama para dejar reposar mis sentimientos

y como si de un vino de reserva se tratase

degustarlos justo antes de llegar a odiarme y justo después de torturarme.

Soy de los que dan toques al caer la noche

de los que a veces se comunican con un silencio

de los que no esperan nada a cambio de todo

e hipócritamente esperan que reaccionen con un todo a lo que en realidad no fue nada.

*** 
Mis lágrimas son amigas de la verdad

Mis lágrimas repudian todo consejo

Mis lágrimas aborrecen la soledad

Mis lágrimas aman y recorren largos caminos

hasta desembocar en un mar de idealistas corazones

Mis lágrimas blanden espadas, luchan, no por la libertad

sino por amor.

Son perseguidas sin tregua por cada pensamiento

cada recuerdo, por cada segundo que mis ojos permanezcan abiertos

son perseguidas por el rencor y por la sinrazón.

Perseguidas porque fueron condenadas.

Condenadas a no tener vida

Condenadas a padecer por alguien a quien no pueden ver

ni pueden reflejar en su transparente naturaleza cristalina

Condenadas a surcar el rostro de alguien que se atrevió a amar

Condena perpetua a soñar que seguirá siendo un sueño

un sueño tan ardiente como el Sol

tan alto como el cielo y tan lejano como la mismísima libertad.

Un sueño que surqué para luego ser empujado allí donde mis lágrimas desembocan como un rio… al vacío, al olvido, al Nunca Jamás que habríamos construido.

***

   El dolor puede tener diferentes formas, puede ser pesado como un castillo o sutil como un veneno, pueden ser palabras, sentimientos o razones, el dolor puede ser depredador nocturno de nuestras ilusiones, puede ser justo, injusto o indiferente. Puede tener un rostro e incluso oler al perfume del desamor. También puede ser expresado con palabras, con el gesto de un semblante, una imagen, un recuerdo o cientos de lágrimas. Pero es el dolor que no puede ser expresado, aquel dolor que no “es” para nadie excepto para el que lo padece, el más cruel y desgarrador, aquel que se instala en el fondo de nuestra alma y la arrastra hasta conseguir ahogarla.

viernes, 22 de julio de 2011

Aquella última conversación

“El amor alimenta al iluso, cobija al noble, salva al valiente, crea belleza, paz y pasión allá donde toca... en cambio, cuando se le da la espalda a él, cuando una persona tapa sus oídos y su corazón al amor, al principio cree tener las riendas de su vida así, cree que toda esa opresión que antes le agobiaba era algo que la encerraba y ahora que puede hacer lo que quiere se sentirá libre al fin. Pero siente tristeza y se siente vacía, sin rumbo ni nadie en quien confiar. Entonces es cuando empieza a darse cuenta de que esa opresión que tanto detestaba era la fuerza de su alma, más presente en su interior cuanto más libertad la inundaba."
...
 Rememoro aquella última conversación una y otra vez, una y otra vez… tantas veces como fuerzas me quedan antes de irme a dormir. A veces la leo, pues quedó registrada y grito por dentro aquello que no dije y ahora me gustaría decir. Veo más claro que nunca, como las palabras que escribí, o aquellas que me hubiesen gustado decir, fueron y serían inútiles, nunca conseguiré expresar todo el daño que sentí o toda la frustración que padecí. Las palabras nunca podrían sustituir a una sola lágrima o a la mirada de alguien, que como pasó conmigo, moría sin morir. Nose que espero ni que sería lo mejor. Odio las veces en que ella le hacía carecer de valor a todo lo que pasó. Odio lo que ocurrió y me tortura imaginármela en brazos de otros, en brazos de banalidad, lujuria y alcohol. Me torturo todos los días, a cada segundo que pasa, me imagino todo lo que ya pasó, y todo lo que pasó y ella se calló. Miro el móvil y él parece mirarme a mí también, me da la razón cuando justo antes de telefonearla me susurra que será peor, que no sabré que decir, que sólo será odio lo que saldrá de mi, o melancolía o amor por algo que ya no está ahí, por algo que está tan lejos que no me podría oír. Estoy tan, tan cansado, he perdido la partida y ya no hay más prórrogas, no habrá más partidas. He perdido la ilusión, la certeza, la inocencia y el corazón. Mi sentido amor se marchó sin tan siquiera decir adiós y no creo que vuelva, pues ya no cree en él ni Dios. Ahora me toca escuchar múltiples “te lo dije”, unos cuantos “es lo mejor”, algunos “date tiempo”, esporádicos “lo sabía” y otros desorientados “encontrarás a otra”. Me toca escuchar eso y odiar cada una de esas palabras, palabras que resumen lo que nunca debió pasar. Me toca descolgar mi bandera y comérmela. Me toca gritar al mundo que odio tanta necedad y debilidad, ver como todo se ha convertido otra vez en Sodoma y Gomorra y sentir que nadie tiene ojos para ver. Me toca sentir el vacío, volver a morir mientras aparento seguir vivo. Me toca a mí, sin corazón ni alma ni razón por la que vivir… me toca a mí.
...
 “A ella la vi por última vez en Granada, ya hace meses, subida a un bus a punto de echarse a llorar. Seguro que desde entonces estuvo llorando” Murió ahogada en su propio llanto. Creyó que la mentira o la indiferencia serían su salvavidas mas fueron los plomos que la hicieron morir hundida.

sábado, 16 de julio de 2011

GATOS DE TIZA. Capítulo 1


   
   Daniela era una niña de unos doce años de edad, de pelo ondulado, rubio y ojos demasiado azules. A diferencia de las de su edad, ella aún creía en hadas, y era de esas niñas que se reía cuando a oscuras y bajando las escaleras de su hogar, tropezaba creyendo que aún quedaba un escalón por bajar. Llena de energía, llena de vitalidad, llena de ganas de vivir, de ganas de vivir, sí, pero no de andar; y por eso refunfuñaba cada vez que tenía que bordear las ruinas de aquella obsoleta fábrica para ir al colegio.

Vivía en la gran ciudad, o más bien, a las afueras de la gran ciudad. Su padre era pintor de profesión y “nómada” de afición, pues en los últimos tres años había cambiado de residencia en cuatro ocasiones. Curiosamente las mismas ocasiones en las que Daniela había fracasado en su desesperada búsqueda de amigos. Esta vez tendría suerte, pero eso aún no lo sabía.

   Recorría una vez más el camino hacia el colegio, bordeando el largo muro que delimitaba la vieja fábrica, un muro que ella mismo se encargó de bautizar como el “Muro 8192”. Lo llamó así porque justo una semana antes su hermana mayor le habló del número infinito y Daniela, que no era la primera vez que escuchaba hablar de él, decidió demostrarle a su hermana que los números no eran infinitos, o que había un número más grande que el infinito, en realidad ni ella sabía muy bien que pretendía demostrarle, el caso es que durante varios días estuvo contado los pasos de aquello que se le antojaba más grande que el propio infinito, aquel muro. Resultó tener 8192 pasos y ese fue, a la vez, el día de su fallida demostración y el día del bautizo de aquel muro. La hermana de Daniela aún se burlaba intentando sacarla de quicio cada vez que la recordaba contando pasos.

   Aquel día el Sol volvió a recorrer el cielo de forma pendular, sólo interrumpido por una niña de pelo rubio y ojos demasiados azules que paseara de vuelta a casa cobijada a la media sombra del muro 8192. Iba cabizbaja y tal vez eso fue lo que le hizo encontrar aquella tiza, si hubiese sido ese el día en el que hubiese hecho su primera amiga Daniela no habría tenido el ánimo por los suelos y por ende, no habría encontrado aquel trozo de tiza verde que a punto estuvo de pisar. Lo utilizó, como muchos estáis pensando, en dibujar en aquel muro de camino a casa. Llegaba tarde, así que salió corriendo mientras dibujaba una gran línea ondulada de color verde en la pared, acabándose la tiza casi al mismo tiempo que el camino se alejaba del muro.

   Al día siguiente Daniela salía de casa tarde como de costumbre. Aligeraba el paso mientras desayunaba un panecillo, pues si le volvían a castigar por llegar tarde a clase, sería ella quien limpiase la pizarra y los borradores durante el recreo. Al pasar junto al muro apenas se acordaba de lo que ella misma pintó el día anterior, e iba tan sofocada que tardó en ver las dos líneas onduladas que había pintadas a su izquierda. Si, las dos líneas, pues a lo que dibujó Daniela, alguien añadió una línea similar, pero de color rojo. Se detuvo y miró aquel sencillo garabato desconcertada, luego siguió andando sin apartar la vista y pudo comprobar cómo la línea de color rojo acompañaba a la verde desde el comienzo hasta el final. Pero… ¿Quién pudo haberla dibujado?, y… ¿Porqué? Varias eran las dudas, pero sólo una cosa era cierta: Daniela ese día limpiaría la pizarra y los borradores.
   No le importó el castigo cuando se dio cuenta de que de esa forma evitaría el andar sola por el patio de recreo mientras el resto hacía caso omiso de su presencia. Además, de esa forma podría llevar a cabo un pequeño experimento en el que llevaba pensando, abstraída, parte de la mañana. Cogería prestadas unas cuantas tizas y al salir volvería a pintar una tercera línea, esta vez de un color distinto.

   El nuevo amanecer trajo consigo, como por arte de magia, una cuarta y azulada línea. También pareció ser producto de la misma magia que ese día Daniela no saliera tarde de casa. Al acabar el día en el colegio, se acercó al muro y con el último color distinto de la caja de tizas que cogiera “prestada”, dibujó una quinta línea de color blanco y al llegar al final del Muro 8192 dibujó aquello que estuvo practicando en casa el día anterior, un gatito. Otras podrían haber puesto un “Hola, ¿Quién eres?”, o podrían haberse dibujado a sí mismas, Daniela no, ella dibujó un gatito y luego durante el resto del día estuvo pensando si su nuevo y desconocido amigo se atrevería a dibujar algo.

Al día siguiente había dibujado un perro ladrando justo al lado de aquel gatito, y entre risas, Daniela pintó al gato con el lomo erizado y subido a un árbol. Fueron transcurriendo los días y lo que en un principio fue un muro gris y triste, acabó siendo para Daniela la forma de comunicarse con su único amigo.

Después de unas semanas el muro estaba adornado con varios dibujos, la mayoría eran animales o figuras caricaturescas. También lo adornaban cinco gruesas líneas onduladas que ella se encargaba de repasar siempre que podía coger prestada otra cajita de tizas. Aunque varias fueron las veces que la niña, cargada de valor, decidió salir a ver si se encontraba con su misterioso amigo, no lo consiguió ver nunca y para su pesar, ya casi era verano.

   Llegó Junio y con él, el fin del curso junto con la noticia que, por primera vez, Daniela no deseaba escuchar: En pocos días se marcharían de la ciudad. A su padre le salió una oferta en otro lugar y al acabar el curso se mudarían. Desde que su padre le contó la noticia y después de ver inútil el intentar convencerle de que no se marcharan de allí, decidió que justo antes de irse de aquel lugar pintaría su último dibujo. Frustrada por irse sin llegar a conocer a su único amigo, y en aquel muro que en un principio tanto había odiado y que ahora tanto necesitaba, plasmó por última vez lo que un día fue su primer dibujo, un gatito. Ni un “adiós”, ni un “hasta luego”, sólo un gato de tiza.

   Llegó el día en que, después de preparar todo el equipaje, subieron al coche y se marcharon. En aquella última tarde en la ciudad comenzó a llover, el cielo estaba encapotado y parecía haberse contagiado de la tristeza de aquella niña que, en el asiento de atrás del coche de su padre, miraba de forma melancólica los dibujos que con la lluvia comenzaron a estropearse. Entonces, como había empezado todo aquello, sin buscarlo, lo vio, un chico pintando en aquel muro, justo al lado del último gato. Daniela quiso gritar, quiso saludarle, quiso explicarle porque ya no volvería a responderle con dibujos, el porque se iba…pero no le salió ni una sola palabra, solo se quedó boquiabierta, mirando a través del cristal la figura de su primer, y hasta entonces, único amigo.

***

   La niña que un día se fue de aquella ciudad, volvió convertida en una mujer once años después, una mujer cargada de nostalgia. Por aquel entonces Daniela ya había salido de la universidad con un título bajo el brazo y tenía algunas amigas, que aunque no eran muchas, a ella le bastaban. Una de ellas se casaría en breve y lo haría curiosamente en aquella ciudad. Al enterarse, los recuerdos le invadieron y aunque a lo largo de estos once años fueron muchas las veces que quiso regresar, no se atrevió hasta entonces. Se había visto obligada a volver, una vez allí decidió ir a echar un vistazo al muro que plagaba de imágenes los recuerdos de su infancia en aquel lugar. Al llegar al muro 8000 (pues empezó a recordarlo así cuando, con el tiempo, olvidó los pasos exactos con los que lo bautizó) encontró algo asombroso. Aquellas cinco líneas onduladas y de colores que hacía tanto tiempo habían dibujado las manos de unos niños que no llegaron a conocerse, seguían allí. Transformada la tiza en grafiti pero exactamente iguales a como las recordaba. Ni rastro de aquellos dibujos infantiles que utilizaban a modo de conversación, pero en su lugar, al comienzo del muro, había una enorme clave de Sol justo donde empezaban las líneas; haciendo así de un improvisado y original pentagrama. Un pentagrama que a lo largo de aquel muro estaba plagado de innumerables notas musicales. Era increíble, el asombro se tornó sonrojo cuando vio escrito, justo al final de aquel enorme pentagrama y en letras enormes “Gatos de tiza”. Sonrió al recordar aquellos gatitos que solía dibujar. Tras tanta sorpresa se sentó en el capó de su propio coche y sin apartar la mirada de aquel dibujo, como ya hiciera años antes, ruborizada y llena de emoción susurró en voz baja:

   - Una canción, es una canción... 




martes, 12 de julio de 2011

POR CULPA DE LA POESÍA

- Dígame, ¿Qué ocurrió la noche del 27?

- Ella se rindió. Fue como si la Luna se negara al Sol, como si el amor decidiera vivir en su utópica prisión, como si la muerte no existiese… todo a mi alrededor se desmoronaba, todo empezó a carecer de valor.

- Eso le frustró y pensó que la única forma de acabar con esa situación sería matarle ¿no es así?

- ¡No!, Claro que no, sólo intenté acallarla, su Voz era tan profunda… Cada palabra era una sentencia, cada sentencia era un soplido que avivaba las llamas que me consumían. Lo último que conseguí ver fue como todos abandonaban el barco, se tiraban por la borda perseguidos por el pánico de morir abrasados, decidieron sencillamente probar suerte nadando en aquel mar de obvias incertidumbres.

- ¿Todos?, ¿Quiénes más estaban con usted la noche del crimen?

- Estaban todos, ya se lo he dicho, Ira, Conciencia y Resentimiento fueron los primeros en saltar, Empatía, Ilusión y Esperanza siguieron sus pasos poco después. Rencor, el cual estuvo hasta entonces encerrado en su camarote, salió asustado al ver el humo y saltó por estribor. Nose cuantos más saltaron, pero si sé que fueron pocos los que permanecieron a mi lado, en cubierta. Nostalgia, Melancolía, Amor y algunas más creo recordar. Al capitán, a quien usted cree que asesiné lo vi por última vez mirando al cielo, parecía ajeno a las llamas. Me acerqué a él e intentando ser cortés le dije que había que hacer algo o todo acabaría siendo pasto de las llamas, incluido nosotros, al no obtener respuesta alguna le pregunté qué estaba haciendo y señalando al cielo dijo: “Estoy contando las estrellas que se están apagando, a este ritmo parece que la Voz tendrá razón, perderemos toda guía, sin rumbo, sin tregua…” apartó la mirada de aquel cielo y clavándome sus enloquecidos ojos dijo: “… ¡sin honor!”.

-Céntrese un poco por favor. Ha mencionado varias veces algo sobre una “Voz”, ¿a qué se refiere con eso?, ¿Acaso fue esa voz de la que habla la que le obligó a hacerlo?
- Por enésima vez: yo no maté al capitán, y con respecto a la Voz, para que lo entienda le contaré como empezó: Todos nacimos en ese barco, unos antes y otros después, llevábamos 25 años navegando por esas aguas de mentiras y certezas, 25 años de oscuridad, hasta que hace no mucho tiempo nacieron del agua la Luna y las estrellas. Ellas nos guiaron cada día más cerca de la cuna del Sol, cada día la noche era más clara y teníamos la esperanza de que en algún momento emergiera del agua aquel astro del que sólo habíamos oído hablar en los libros de leyendas. La Voz surgió al mismo tiempo que la Luna y que aquellos faros posados en el firmamento, nos solía recitar versos de amor y al escucharlos sabíamos si girar a babor o estribor, nos guiaba con su lírica, nos hacía sentir libres… sus palabras se nos quedaban enmarañadas en nuestros corazones como los peces en nuestras redes. Todo tenía sentido, el amor era nuestra bandera, la lírica de la Luna nuestra guía y nuestros corazones nuestros timoneles. Todo marchaba bien hasta que un día la lírica se convirtió en prosa, y con el tiempo se convirtió en sentencia. Y ayer tras una última sentencia todos los luceros se fueron apagando y la Luna se acercó tanto al agua que acabó sumergiéndose en aquel lugar que un día fue su génesis. Nuestro capitán intentó recuperarla y casi saltó por la proa, en su afán por agarrarla chocó con Duda, la cual llevaba un candil de aceite que cayó al suelo y prendió la madera de Tejo de la cubierta. El fuego se avivó con un viento procedente de las últimas palabras de aquella Voz; y el resto ya se lo he contado…

- Y el capitán, ¿qué pasó con el capitán?

- Después de verle enloquecer, me centré en apagar las llamas, todos lo hicimos, incluso Esperanza, que antes había saltado, decidió regresar para ayudarnos. Hubo un momento en que me giré para ver si aún estaba allí nuestro capitán, y conseguí verlo rasgando la madera con su vieja navaja. Fuimos incapaces de apagar las llamas, el humo nos rodeó y sin palabra alguna, con el gesto de alguien que sirve al camino careciendo de un destino, nos miramos a la cara, sonreímos y entendimos que moriríamos así porque así lo habíamos elegido, nos dimos cuenta de que moriríamos mirándole a la cara a la libertad. Yo me desmayé al poco tiempo y al despertar me di cuenta de que flotaba sobre un listón de madera casi carbonizado. Engarrotado y con dificultad, miré a mi alrededor, allí no había más que agua y oscuridad. Agua, oscuridad y un mensaje tallado en mi nuevo barco, en aquel listón se podían leer las últimas palabras de mi alma, las últimas palabras de mi capitán. No le diré que ponía, tan solo le diré que se suicidó por culpa de la poesía.

sábado, 9 de julio de 2011

NUNCA NADIE SE ATREVIÓ A DESCRIBIRLA

Tenía unas botas con tacones tan largos como parecían ser sus pestañas. Llevaba consigo la ausencia de arrugas en su rostro. Sabía cómo enmarcar su sonrisa en una apariencia que hacía desmayar al tiempo y suspirar al viento. Andaba deslizando su figura con la percusión de sus zapatos como fondo. Las curvas de su silueta hacían soñar al más despierto y despertar al más dormido. Nunca nadie se atrevió a describirla y nunca nadie quiso perderla de vista, de sarcástica virginidad y demasiado lista para ser un objeto sexual, prefería ser un objeto sensual de naturaleza utópica. Muchos la perseguían y varios eran quienes la alcanzaban, pero nunca oí hablar de nadie que a su corazón escuchara… y es que cuando salía cogía las llaves, el móvil, un puñado de latidos y un trocito de infierno; y solía dejar allí todo lo eterno: su corazón, el alma y su único “Te quiero”

lunes, 4 de julio de 2011

¡Ay libertad!

La más bella de las damas yacía en el oscuro suelo rodeada de rosas y amapolas. Tres jilgueros con su vuelo la acompañaban en su pesar. Aquella dama estaba ciega y presa en aquel lugar.

Una suave brisa entró en aquella cárcel floral y le susurró:

- Bella dama, he venido para salvarla, deje que le bese la mejilla y haré que sople tal viento que la saque de este lugar. La meceré entre mis alas con suavidad, como si de uno de sus jilgueros se tratase, la haré volar. Créame, pues por algo en este mundo me llaman libertad.

Aquella prisionera sonrió, miró sin mirar y dijo sin hablar:

- Escúchame libertad, no soy presa de ninguna flor, cada rosa que ves es alguien a quien abracé, cada amapola alguien a quien besé. No sería ciega si el corazón pudiese ver y estas rosas no tendrían espinas si no existiesen ni los celos ni el rencor… ¡Ay libertad!, si yo fuese libre no me llamarían amor.

domingo, 3 de julio de 2011

MENSAJE

Este es un mensaje privado de carácter público. Que debe de ser malinterpretado para ser entendido. Que no habla de emociones pero que son ellas quienes lo han escrito. Que espera plantear tantos interrogantes como contradicciones, que espera utilizar palabras para decir algo que no se atreve, para luego acabar matándolas una a una, como si fuesen rehenes. Un mensaje que rehúsa de corazón y voz para llegar al viento y a vos.
Mensaje sin mensaje, sin un cuerdo emisor, sin esperanza de receptor, de canal equivocado, contexto mancillado y código cifrado por cada uno de los suspiros con los que te he homenajeado.

Mensaje frío de temple árido y robusta presencia. Mensaje cálido de brisa fresca y débil esencia.

Mensaje de letra prohibida por mi razón, mensaje que condena a mi pulso a una vida de movimiento atroz, mensaje de paloma que ha olvidado volar. Mensaje en una botella de arena sin mar. Mensaje de tragedia para todo aquél que se atrevió a amar. Mensaje que hará castigo al castigado y premio al solitario.