miércoles, 27 de julio de 2011

Mi Luna sigue menguando

Mi Luna sigue menguando y a punto está de desaparecer

siento que paso el día en la cama para dejar reposar mis sentimientos

y como si de un vino de reserva se tratase

degustarlos justo antes de llegar a odiarme y justo después de torturarme.

Soy de los que dan toques al caer la noche

de los que a veces se comunican con un silencio

de los que no esperan nada a cambio de todo

e hipócritamente esperan que reaccionen con un todo a lo que en realidad no fue nada.

*** 
Mis lágrimas son amigas de la verdad

Mis lágrimas repudian todo consejo

Mis lágrimas aborrecen la soledad

Mis lágrimas aman y recorren largos caminos

hasta desembocar en un mar de idealistas corazones

Mis lágrimas blanden espadas, luchan, no por la libertad

sino por amor.

Son perseguidas sin tregua por cada pensamiento

cada recuerdo, por cada segundo que mis ojos permanezcan abiertos

son perseguidas por el rencor y por la sinrazón.

Perseguidas porque fueron condenadas.

Condenadas a no tener vida

Condenadas a padecer por alguien a quien no pueden ver

ni pueden reflejar en su transparente naturaleza cristalina

Condenadas a surcar el rostro de alguien que se atrevió a amar

Condena perpetua a soñar que seguirá siendo un sueño

un sueño tan ardiente como el Sol

tan alto como el cielo y tan lejano como la mismísima libertad.

Un sueño que surqué para luego ser empujado allí donde mis lágrimas desembocan como un rio… al vacío, al olvido, al Nunca Jamás que habríamos construido.

***

   El dolor puede tener diferentes formas, puede ser pesado como un castillo o sutil como un veneno, pueden ser palabras, sentimientos o razones, el dolor puede ser depredador nocturno de nuestras ilusiones, puede ser justo, injusto o indiferente. Puede tener un rostro e incluso oler al perfume del desamor. También puede ser expresado con palabras, con el gesto de un semblante, una imagen, un recuerdo o cientos de lágrimas. Pero es el dolor que no puede ser expresado, aquel dolor que no “es” para nadie excepto para el que lo padece, el más cruel y desgarrador, aquel que se instala en el fondo de nuestra alma y la arrastra hasta conseguir ahogarla.

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