sábado, 31 de diciembre de 2011

AL TRASTE. CAPÍTULO VII: QUÉ MÁS DA


   Caminaba de un lado a otro, inquieto, indeciso. Me detuve, me asomaba a aquella pendiente, negaba con la cabeza, un paso atrás y vuelta a andar. Aquel anciano que me había salvado de lo que ahora yo dudaba hacer con cuidado, estaba a una distancia prudente, tenía los brazos cruzados y solía mesarse la barba, cada poco tiempo volvía a decir:

   - No lo hagas, no saldrá bien.

   Me detenía, lo miraba, y volvía la mirada a aquel oscuro bosque sin luna, por qué eso es lo que parecía, a mis pies aquel paisaje se tornaba oscuro, sin un ápice de luz, pero al mirarlo te daba la sensación de verlo en movimiento, como si no fuese vacío... sólo que la oscuridad bañaba sus adentros. 

   Más allá, donde se extendía aquel mágico paisaje, podía verse la alternancia entre un atardecer y un amanecer sobre el valle de campos de cultivos que vi al principio. Amanecía en cuanto decidía apartar mi vista y mis pisadas del borde de aquel barranco, y atardecía justo tras mirar las entrañas de aquella oscuridad. Sea como sea, si decidía ir a buscarte sabía que sería con la Luna como compañera, pues en cuanto mi cabeza intentaba prestarme los argumentos necesarios para saltar aquel paisaje, atardecía.

   No es justo, en aquel momento ni te conocía, sólo te había visto al arrojar mi corazón contra aquel muro y ahora te veía ahogada entre mis palabras y las de tus llantos, por qué tendría que ir en tu busca, por qué hacerlo si no sabría consolarte, si la lluvia de mis frases y la amenaza de empaparte en “te quieros” no funcionaba, qué iba a decirte para aliviarte. Nunca mis palabras han servido para consolar a nadie, nunca mis pasos han servido para acercarme a nadie, ni mis abrazos han hecho sentir calor a nadie, ni mis sonrisas sentirle grande, nunca mis “te quieros” han hecho querer a nadie, ni mi ausencia llorar a alguien, ni mi recuerdo arropar a nadie, ni...

   Tenía argumentos miles para no saltar... para no buscarte. Argumentos que auguraban mi fracaso, pero me olvidé de mí, y pensé en ti:
    “Veamos ¿Qué dijo antes de desaparecer en mi particular visión?, dijo: lloro porque mi corazón es tan pequeño que nadie quiere quererlo... Su corazón pequeño, dios, que tontería, tal vez no sea capaz de ver que hay a pies de este barranco, pero sé cuando una persona tiene un corazón tan grande que hace que el mío calle, sé cuando un corazón hace que unos ojos brillen con tanta fuerza que hace detener el tiempo en mi mirada. Lo sé. Debo encontrarla y hacerle ver que estaba equivocada, que no tiene razón de ser su llanto, que yo no seré quien más la quiera, pues estoy aquí dudando, pero seré quien la quiera lo suficiente como para ir a buscarla, para saltar a donde no veo, qué más da si no tengo alas, o si mis palabras llueven hacia abajo y no hacia dentro, qué más da si lo que hice llover solo empapó su piel y no su alma, qué más da si dudo si al final acabo saltando, qué más da si no hay aplausos en mis gesto, ni recompensa ni tan siquiera tu presencia... – di tres pasos atrás y pedí que a aquel anciano que me deseara suerte. Él sonrío me deseo suerte y me dijo que se llamaba Roche, que no lo olvidara. Le dije adiós y seguí pensando: ¡¡Que más da si no te alcanzo con este paso!! – Di un paso – ¡¡Que más da si no consuelo tu dolor con este paso!! – Di el segundo – ¡¡Que más da si muero tras este paso!! – Di el tercer y último paso – ¡¡Que más da si con este salto no caigo en tu mirada, todo da igual cuando lo que haces hace honor a un alma enamorada!! – Salté y en el aire pensé: 


"A partir de ahora... hasta la gravedad será menos real que mis ganas de abrazar—te" Kp

No hay comentarios:

Publicar un comentario