martes, 31 de enero de 2012

INCISO: ESCALERA DE ESTRELLAS

   Hoy mi almohada me habló de ti. Me quiso hacer entender que quería conocerte. Lo hizo con indirectas, con comentarios como: “Soy lo bastante almohada como para aguantar dos cabezas, y además, tanto me hablas de ella que tus palabras se quedan enredadas en mi corazón de tela... al fin y al cabo es como tenerla. No sería ni una ofensa ni una molestia acomodar su cabeza”.

   Nunca ha sido muy sutil en este tipo de temas. Sabe de mi insomnio y aprovecha cada minuto que aguardo el sueño para contarme todo tipo de medias verdades. De entre sus medias mentiras, sus favoritas son esas que comienzan con un: “Anoche hablaste en sueños, revelaste secretos íntimos, te oí decir cosas que nunca te atreverías a decir despierto o ebrio”.

   Cuando no hay luna en el cielo, mi almohada me intenta embaucar contándome aquellas palabras que yo no sé si dije. En la última ausencia de la luna me dijo:

   - Anoche susurraste historias sobre un amor eterno

   Respondí con una sonrisa ausente. Tenía la vista clavada en el techo.

   - Dijiste que robaste seis estrellas para su consuelo...- insistió

   - ¿Y qué más dije?- le pregunté a sabiendas de que era mentira.

   - Te escuché que utilizaste esas seis estrellas para hilar su brillo y hacer una escalera. Una escalera de luz donde poder subir al lugar donde se ven los sueños.

   - ¿Para qué iba yo a querer ver los sueños de los demás? – mis palabras teñían el aire de mi habitación de sarcasmo y enmarcaba una sonrisa igual de burlona.

   - Eso mismo me pregunté cuando te escuché decir eso. Pero luego tú mismo respondiste a mi pregunta. Decías mientras dormías que no querías ver los sueños de los demás, que hiciste la escalera para huir de los tuyos...- resoplé con desdén. – Que querías huir de ellos porque en cada uno te dejabas la piel. Te maldecías por no poder soñar sin levantar entre lágrimas sin cristal. Creíste que tus peldaños de luz de estrellas evitarían que pensaras en ella, evitarían que tus suspiros olieran al perfume de su pelo. Tuviste la esperanza de dormir sin soñar con la sutileza de su picardía. Tomaste prestada todas esas esperanzas y te aferraste a lo alto de una escalera cuya luz... no te deja dormir. No es insomnio- No dijo nada más. Luego suspiré y seguí intentando dormir.

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