sábado, 31 de marzo de 2012

BAJAR, BESAR, VIVIR Y TÚ

Bajar

Bajar por el invierno de tus pómulos
dejarme seis vidas en tus labios,
y guardarme una para ver nacer la primavera
en la curvas de tus caderas.

Besar

Besar-te hasta que no tenga palabras
que no hayan rozado tu piel

Dejar de besar las aceras,
que sé que es lo que hago
cuando no camino a tu lado

Vivir

Vivir las noches.
Ver arrastrarse a la Luna por el cielo
y creer que está amaneciendo

Vivir en la noche,
dejarme de sueños que se sueñan
con ojos cerrados.
Preferir los sueños cargados de realidad
de los de ojos abiertos,
baratos,
llenos de mentiras,
con olor a humano
y a decepción,
sin ganas de seguir,
cargada la mirada de espigas,
de vigas,
de fe heredada y sólo eso: heredada.
Sueños de ojos abiertos,
sueños que son como un arma
con seis huecos
donde sólo caben tres balas:
Tropiezo, pobreza y sexo.
Y tres huecos:
Acierto, dinero y amor.


Porque tú eres mi verbo.
Te conjugo siempre que no estás.
Hablo de ti en pasado y presente.
Y del futuro no te hablo,
que ya habrá laberintos de sábanas
que no son, más que contigo, de seda
donde pueda susurrarte al oído
el futuro que nos queda.

Tú eres mi verbo.
Porque dicen que el Sujeto
acompaña al verbo
y quien mejor que tú y tus pluscuamperfectos
para sujetarme donde otras
salieron corriendo.

Bajo
y las nubes se quedan mi gris
cuando estoy contigo.
Beso
y sólo cuando es a ti,
nazco y bailo, y lo hago en silencio
Vivo
en mis palabras muero yo
en mi poesía mueren mis ganas
y a mis sueños, que son los tuyos
que son eternos,
los dejé varados en tus labios
y cada vez que los humedeces
les das la vida...
y cada vez que te los muerdes
les gritas guerra...
Yo, que siempre he sido
más mentira que poeta,
más ladrón que caballero,
más apariencia que modales,
hoy te digo:
las damas primero:

Eres tú mi verbo

jueves, 29 de marzo de 2012

29 DE MARZO - HUELGA GENERAL

HOY 29 DE MARZO, MI POESÍA ESTÁ CERRADA POR  
HUELGA GENERAL

TRAS EL FINAL Y EL DESEARTE


He estado atento
a cada uno de tus gestos

He sido capaz de vivir y luego odiarte en cada uno de tus detalles.

He permanecido firme cada noche,
resucitando ratos muertos
con la poesía como desfibrilador
y contigo en mente como descarga

He enfriado la osadía de acercarme a donde quiera que estuvieras. Que sea donde sea, seguro y hay una puerta entre abierta con ganas de portazos, y una ventana cerrada con ganas de “par en par”.

He perdido mi ombligo
y las ganas de encontrarlo

He encontrado las ganas de vivir escondidas en un cajón donde sólo guardaba manteles de cuadros. Y allí se han quedado.

He encontrado más de una cicatriz
en la mirada de quien me mira.

He robado ganas de volar y luego las he tirado más allá de donde solíamos ir a escondernos. Y luego no te encontraba.

He manchado tu espalda de migas de pan
para engañar a quien quiera que las siga,
se pierda por entre tus curvas
y nunca encuentre tu poesía

He extirpado la picaresca de más de una tarde de verano,
la he lavado a base de ingenuidad y retazos de un estado sobrio de optimismo,
la he tendido al calor de la obsesión
y cuando ya estaba seca,
siendo más invierno y prosa,
me seguía aconsejando:
“Salta y desahógate. Mejor morir del golpe que vivir ahogado”
No he podido convencerle
de que tú...
ya no eres mi aire.

He convertido mis pupilas en atrapa mariposas
de las que no dañan, de las que no atrapan

He recorrida caminos de líneas,
de versos, de números y ceros, de alientos,
de engaños, de rimas, de halagos,
de cabreos y de puntos suspensivos;
y siempre, tras el horizonte,
tras no encontrarte,
tras el final y el desearte...
estabas tú.

lunes, 26 de marzo de 2012

LEVANTO MUROS


Como quien parte colchones a estas horas,
reparte ímpetus, besa ombligos
y regala promesas caducadas.

Como quien pudre barras de bares a estas horas
a estas de hoy, y a estas horas de todos los días,
donando suspiros a camareros hartos.
Ahogando su hígado y frustrando olvidos

Como quien muere hoy para vivir mañana.
Como la enamorada que ama
y no lo comparte ni con la almohada...

Levanto muros a mi alrededor.
Muros, vallas, fronteras y límites
Que quiero que me cueste sangre, sudor y lágrimas salir de aquí,
quiero dejarme el alma y las cicatrices para salir...
A ver si así... te dejo también a ti.  

Y sin ti, salir a disfrutar del sol y sus excentricidades
que hoy no calienta, ni brilla ni ilumina.
Pues su calor se enfrió con tu ausencia
su brillo vive ahora con la Luna
y su luz se suicidó cuando se enteró
de que cerraron los bares donde íbamos tú y yo.

Me quedo a vivir en las ramas
porque fuera ya no hay sombras que resguarden
del fuego a discreción de tus labios,
de las ganas de hacerlos míos que escondo
en el fondo de botellas de cuando naufragamos.

Me quedo a vivir bajo tierra
que fuera ya no se respira,
que sólo a los muertos se les deja estar en paz,
que aquí abajo hay menos gusanos que en las aceras de mi barrio,
ni la podredumbre hace tantos estragos
como haces tú
 y tu fea costumbre de verme sin mirarme.

No quiero leer más prospectos de enamorados
ni más letra pequeña que hable de injusticias,
de errores, de hipocresía y de “mañana hablamos...si eso”

No quiero paz

jueves, 15 de marzo de 2012

RECORDANDO LO IMAGINADO

Recuerda lo imaginado.

Palabras amargas, habitación extraña. Pero, pensadlo bien: ¿cómo no van a amargar las palabras de quien camina en un Mundo donde ha habido un millón más de muertes de los que hoy están vivos?

Estoy realmente cansado de hacer palabras mis empeños silenciados de darte caricias. Cansado de regalarle insomnios a mis relatos de sólo nudo.

Cansado de no decirte, de aparentar y no ser, de mascullar y no atreverme, de pensar lo que decir y negarme lo que anoche no quise sentir.

Cansado de no cansarte en una guerra de almohadas, donde tu desnudez sea tu ejército y mis susurros, mis toques de retirada.

Agotado estoy de escuchar a los peces de esta agua turbia que es la vida. Agotado de sus consejos para que me aleje del agua en calma. ¿Cómo iba a saber yo lo que es la calma?, ¿con qué querrían que la comparara? Si desde que te vi ando sofocando llamaradas.
No puedo seguir andando así, con tanta alambrada de espino sobre mi espalda, arrastrando el hilillo de sangre que es la ausencia de tu perfume, parándome solo para hacer un gesto de cortesía o una queja sin argumento.

“Déjate de lloriqueos”, dicen los papeles que mancho de tinta y arrugas...

He visto papeles más comprensivos que estos donde escribo otro puñado de amenazas... sólo amenazas... a ver si así mi cobardía huye al escucharlas y nos deja a solas.

Me entretengo, una vez más, a pescar palabras indecisas de un mar de celdas y grises.
Como quien se entretiene por la calle a parar desconocidos e intenta, en un rato, hacerlos sus amigos

¿Y qué me queda?, ¿dejar de escribir y ver si así me animo a dar el paso que me haga entrometerme en tus asuntos?...en tus asuntos, en tu sonrisa, en tu forma de ver la vida, en tus marrones, en tus caderas, en tus pestañas, en tus sombras y en tus infinitos. 

Si supiera que así, dejando de escribir, fuera a acercarme un poquito más a despertar contigo, perdidos los dos, entre sábanas hechas de mar y océanos de gemidos... me dedicaría ahora mismo a quemar palabras. No quedaría ni la más mínima rima, verso o puntos suspensivos entre el fuego de mis dedos y el calor de mis deseos.

No lo sé.

Pero...

Pero como voy a rendirme si el Sol, por ejemplo, lleva desde antes de que existieras tú y la primavera persiguiendo a su Luna. Sólo cada mucho tiempo consigue acariciarla y es entonces cuando todos miramos al cielo para ver como se paran el uno frente al otro... su amor es tan eterno que hiere los ojos de quienes los miran sin protección. Se unen allá arriba y todos alzan su mirada... todos menos yo... pues yo estoy pendiente, ahora, de no perderme en tus pisadas, de alcanzarte, de hacer tan eterno lo que siento como para hacer que quien nos mire, deba proteger su aliento, para no perderlo, y sus recuerdos de amor y leyenda, para no vivir en ellos.


domingo, 11 de marzo de 2012

AIRE O AGUA

   - Por cierto, me llamo Fran.

   Él estaba sentado en la cama. Ella estaba en la ventana.
   Él parecía tener las manos atadas al pelo, cabizbajo, mirando al suelo, frustrado resoplaba de cuando en cuando. Sus ojos inquietos, moviéndose con pequeños movimientos, como quien se ha perdido en un crucigrama al que no sabe responder. Con un nudo entre sus ojos y su corazón, porque tal vez no había visto aún, ni había sentido lo inevitable.
   Ella, rompiendo brevedades, había olvidado pestañear. Descalza y ataviada con un ligero camisón que el aire que se colaba sin permiso en la habitación, se entretenía en hacer de él, su particular patio de recreo. Tenía las manos congeladas y ojalá hubiesen sido sólo las manos...
  
   - ¿Aún crees que hiciste bien en venir? – Le retó ella.
   - Sí, así lo creo – Miró su espalda. Era hermosa, y como sus palabras, lo retaban, esta vez, a acercarse y acariciarla. – Te he hablado de amor, de familia, de amistad y de todo lo bello que tiene este lugar. – se justificó.
   - Crees haber hecho todo lo posible, ¿verdad?
   - No se me ocurre nada más
   - No me hablaste de ti... excepto por eso de que te llamas Fran, no me has contado más que ideales sin sentido.
  
   Él se paró a pensar. Al otro lado de la habitación la puerta estaba entornada, bailando, o tal vez pensando, si cerrarse de un portazo o quedarse de par en par. Fuera, por lo que se podía ver tras la ventana, era de noche. Dentro también, aunque dentro la noche se hacía más eterna y saltaba de silencio en silencio. La luz estaba apagada, hacía ya dos semanas que la bombilla había muerto.
   Ella evitaba pensar. Pero después de dos horas pasando frío, había visto congelarse en su interior más de un resentimiento y más de un resquemor, y ahora podría pensar sin llamar la atención a tanto odio dopado por la oscuridad gris de aquellas noches sin interruptor.

   - Soy frío
   - Hoy me gusta el frío, aunque más me gustaría el poder compartirlo
   - ¡Prometo abrazarte!, lo haré si...
   - No prometas Fran, y menos con condiciones – Su voz iba de adentro a adentro.
   - Sin promesas, sin adelantos y sin condiciones... te abrazaré.
   - Pero...
   - Pero necesitaré tenerte aquí, a mi lado.
   - No hay ningún lado donde puedas tenerme Fran, ya hemos discutido eso cuando hablamos de ese cliché tuyo al que llamas “amor”. – A él le hubiese dolido menos, si hubiese utilizado los dedos para rodear la palabra con unas simbólicas comillas, o si su tono de voz hubiese sido sarcástico. Pero no, ella hablaba sin saltos en su tonalidad. Si la cera gris de la caja de colores pudiese hablar, hablaría como ella: Sin emoción.
    - Llevo aquí ya dos horas sentado en esta cama, y las camas no son para estar sentado, ya sabes a que me refiero – Dio un pequeño bote en la cama para recalcar lo que decía. – Tal vez sea que no mereces palabra alguna, que las palabras no tienen ningún efecto sobre ti. Que tal vez te hayan fallado tanto, hayan roto tantas promesas y te hayan regalado, con las manos vacías, tantas veces la Luna... que ya no creas en lo que te dicen. – Quería tener razón y aunque no atisbó ni un cambio en la aptitud de ella, tenía la esperanza de estar dando en el clavo. Sólo esperaba no clavarlo demasiado hondo. – Creo que sólo necesitas que te lo demuestre. No voy a quedarme sentado más en esta cama esperándote. – Se levantó con brusquedad, creyendo que no podría hacerlo. Dejó allí cosido, al ombligo del colchón, la ausencia de los dos.

   - Llevas razón Fran, los colchones no son para sentarse, ni tampoco el alféizar está hecho para sentarse. Pero si das un paso más, saltaré. Sabes que lo haré.
   - Tranquila, me voy a quedar aquí – Él sabía que ahora estaba más cerca de ella. Sólo tenía que dar tres pasos y podría “rescatarla”. Ella estaba de espaldas y desde que él entró, ni tan siquiera había girado la cabeza. Sólo tenía que dar tres pasos, pensaba frenéticamente sin dar ninguno. Sólo eran tres pasos... sólo eran tres mentiras.

   - Bueno, yo ya me he presentado, ¿cómo te llamas tú?
   - Me llamo Daniela. Y aunque no importe, ¿Por qué dices que eres frío?

   Él se dio cuenta de que cada vez que ella hablaba, sería una oportunidad para que no le escuchase acercase. Siguiendo el agitado cálculo de antes, debía de responder a tres preguntas que ella le hiciese, pero Daniela no era de las que hablan demasiado, en las dos últimas horas, sólo había cruzado palabras durante estos cinco últimos minutos, así que debía de responder a esta primera pregunta de tal forma que le picara la curiosidad, así ella le volvería a preguntar y él volvería a tener la oportunidad de dar un paso más y acercase hasta su suave y náufraga espalda.

   - Imagínate si soy frio: hace no mucho tiempo murió una persona allegada y no derramé ni una sola gota de cristal
   - Me ha gustado eso del cristal – Fran dio un paso – dices cosas muy bonitas, ¿eres una especie de poeta?
   No era lo que Fran creía que llamaría su atención, pero aún así, funcionó. Necesitaba dos pasos más, no correría sobre ella, estaba tan al borde de una caída de seis pisos, que no quería arriesgar.
   - A veces me da por escribir, si. Pero no es nada del otro mundo, son sólo palabras que desahogan
   - Entonces no son palabras. Si desahogan...  – Fran dio su segundo paso – será más bien aire que entra, o agua que sale. Por favor, Fran, dime algo bonito
   Sólo tenía que hacerla hablar una vez más. Luego podría dar el último paso antes de poder saltar sobre ella y rescatarla de la noche efímera para llevarla de vuelta a la noche eterna de la habitación. Improvisó, sintió y dijo:

   - Me jugaría todos los amaneceres que me restan, por ver tus ojos en una noche como esta

   Ella se dio la vuelta, lo miró a los ojos, le dio las gracias y saltó.
   Él se quedó atrapado en su mirada, sintió como caía con ella sus latidos y su poesía, y se rompían al escuchar el ruido de su cuerpo contra el asfalto. Fue un golpe sordo.

   Él estaba allí parado. Fuera era de noche, aunque efímera. Dentro, en la habitación, la noche era más eterna, pero no dolía. En su interior era también de noche, eterna ahora y siempre sin los amaneceres que arriesgara. Y dolorosa, pues a partir de entonces no habría agua que saliera, o aire que entrara.

sábado, 10 de marzo de 2012

CAPULLO

Me haces lerdo.
Si pudiera vaciarme la cabeza del ruido de colchones,
de gemidos, sudores sin compromiso
y velas apagadas alumbrando los rincones.
Pero no puedo... sólo soy un lerdo

Escribo poesía
como quien golpea la pared con la cabeza
justo en el mismo sitio donde golpeara antes de ayer
Escribo para ti, y si supieras cuanto tiempo llevo haciéndolo...


Si pudiera
Si pudiera quitarme tu perfume de mis venas,
si pudiera extirparme cada una de mis promesas
y cada una de tus condenas...

Hay quien me dijo que fuera valiente
que diera el paso, que me atreviese...
E incluso se atrevió a decirme:
“Si total, no tienes nada que perder”
y me recordó lo fácil que es aconsejar
y lo difícil que es hacerlo,
y acertar

Sólo lo sabemos mis sabanas, mi pijama y yo:
Ayer mientras dormía con los ojos cerrados
y el insomnio abierto,
me susurró la valentía
y me dijo en que rincón de mi habitación
se escondería.
Y me lo dijo porque es tan valiente
que quería que la encontrase,
y con ella en mano, como quien empuña un ramo de flores
o unos bombones,
me acercase al verso donde quiera que descanses
y te diga:
“Mi valentía y este puñado de rimas
por dejarme sentirte cerca”

Y tus labios rían y luego digan: - Puedes hacerlo mejor.
- Mi valentía y este puñado de rimas por... una de tus pecas
- Aún puedes mejorarlo
- Mi valentía y este puñado de rimas por... dejarte boquiabierta
- No es real... prueba otra vez
- Mi valentía y este puñado de rimas por... ¡bajarte la bragueta!
Y que luego tus ojos adornen un silencio, tu boca firme con un estruendo de risas y tu voz susurre un “capullo”.
- ¿Por qué no podías traerme algo más corriente?
- Porque un capullo nunca regala flores
ni son bombones lo que me apetece.