A las tantas.
No dices la hora exacta porque te da
vergüenza decir que estabas solo. Gesto fruncido y con uno de los bolsillos
lleno de piedras, el otro lleno de ganas de tirarlas.
A las tantas.
Alguien tiró la primera, pero ya nadie
recuerda quien fue. Ahora parece que nos peleamos por ver quién será el último,
a ese sí lo recordaremos, o eso queremos creer.
¿Dónde las vamos a
lanzar?, ¿a quién vamos a golpear esta noche? Espero que sea lejos y me dé
tiempo a limpiarme las manos antes de llegar a casa, que luego siempre me
huelen a desdén y no hay quien coma a gusto.
A las tantas
Hoy hay un gorrión molinero más apostado en
una baja rama, durmiendo su primera noche fuera del nido donde creció a tan
solo seis higueras de allí. Hay una estrella más que ilumina nuestro cielo,
pero aún pasarán semanas hasta que alguien la descubra. Esta noche habrá una
mujer más que dormirá en el borde de la cama, con miedo de quien está al otro
lado y le ha desfigurada la cara, por primera, y no por última vez. En este
preciso momento se seca y cae la última flor que le daba nombre a la primavera
pasada. Una pasada es la noche que van a pasar por vez primera, una pareja en
el Ford del padre de él, bajo la luz fundida de una farola de ayer y al abrigo
de la piel de ella. Y no es ella, pero si un desquicio de quien fuera su ex
quien se ha llenado los bolsillos. No lo sabe, pero esta noche acabará en el
cuartelillo, y a la vez empezará con su particular vida de ciego que ve. Sea
como sea, la primera piedra de la noche no tuvo objetivo, pero si víctima: la
rama de un joven abedul del que calló un gorrión. Tan joven como fulminado.
A las tantas
A estas horas se forjan las batallas a
decenas. Cada palabra que no escriba se queda en mi habitación, y aquí las
palabras se traducen en insomnio, tan grácil y escurridizo que ninguna de las
ovejas a las que cuento logran alcanzarlo,
y es que claro, son tan pocas... mejor contaré a las putas que conozco, amigas
de estas horas, abiertas a la crítica y a tantas otras cosas...
A las tantas
Ignoro las veces que me he visto contra la
pared. Ignoro las veces que cerré los ojos abatido. Las veces que he perdido no
tienen nada que envidiarle al infinito. Las veces que te llamé son tantas como
las veces en que no te encontré. Las esquinas de mi corazón me hablan de
cicatrices que no son mías, sino de quien me lee. Tengo tantas polizontes
viviendo alrededor que me he quedado sin espacio para nosotros dos.
¡Ay!
Ven a las tantas.
Si a las tantas pudiera abrazarte, y mandar
a la mierda la noche, las palabras y este apestoso olor a formalidades e
impaciencias. Si estuvieras aquí a las tantas, con un bolsillo lleno de
sonrisas y el otro con ganas de usar-me-las...
te darías cuenta entonces, de que todas mis piedras llevan tu nombre.