lunes, 30 de julio de 2012

VEN A LAS TANTAS




A las tantas.
   No dices la hora exacta porque te da vergüenza decir que estabas solo. Gesto fruncido y con uno de los bolsillos lleno de piedras, el otro lleno de ganas de tirarlas.

A las tantas.
   Alguien tiró la primera, pero ya nadie recuerda quien fue. Ahora parece que nos peleamos por ver quién será el último, a ese sí lo recordaremos, o eso queremos creer.
¿Dónde las vamos a lanzar?, ¿a quién vamos a golpear esta noche? Espero que sea lejos y me dé tiempo a limpiarme las manos antes de llegar a casa, que luego siempre me huelen a desdén y no hay quien coma a gusto.

A las tantas
   Hoy hay un gorrión molinero más apostado en una baja rama, durmiendo su primera noche fuera del nido donde creció a tan solo seis higueras de allí. Hay una estrella más que ilumina nuestro cielo, pero aún pasarán semanas hasta que alguien la descubra. Esta noche habrá una mujer más que dormirá en el borde de la cama, con miedo de quien está al otro lado y le ha desfigurada la cara, por primera, y no por última vez. En este preciso momento se seca y cae la última flor que le daba nombre a la primavera pasada. Una pasada es la noche que van a pasar por vez primera, una pareja en el Ford del padre de él, bajo la luz fundida de una farola de ayer y al abrigo de la piel de ella. Y no es ella, pero si un desquicio de quien fuera su ex quien se ha llenado los bolsillos. No lo sabe, pero esta noche acabará en el cuartelillo, y a la vez empezará con su particular vida de ciego que ve. Sea como sea, la primera piedra de la noche no tuvo objetivo, pero si víctima: la rama de un joven abedul del que calló un gorrión. Tan joven como fulminado.

A las tantas
   A estas horas se forjan las batallas a decenas. Cada palabra que no escriba se queda en mi habitación, y aquí las palabras se traducen en insomnio, tan grácil y escurridizo que ninguna de las ovejas a las que cuento logran alcanzarlo,  y es que claro, son tan pocas... mejor contaré a las putas que conozco, amigas de estas horas, abiertas a la crítica y a tantas otras cosas...

A las tantas
   Ignoro las veces que me he visto contra la pared. Ignoro las veces que cerré los ojos abatido. Las veces que he perdido no tienen nada que envidiarle al infinito. Las veces que te llamé son tantas como las veces en que no te encontré. Las esquinas de mi corazón me hablan de cicatrices que no son mías, sino de quien me lee. Tengo tantas polizontes viviendo alrededor que me he quedado sin espacio para nosotros dos.

¡Ay!
Ven a las tantas.
   Si a las tantas pudiera abrazarte, y mandar a la mierda la noche, las palabras y este apestoso olor a formalidades e impaciencias. Si estuvieras aquí a las tantas, con un bolsillo lleno de sonrisas y el otro con ganas de usar-me-las... te darías cuenta entonces, de que todas mis piedras llevan tu nombre.

jueves, 26 de julio de 2012

¿TE ACUERDAS?



            - Dormiremos abrazados, ¿vale? – Evidentemente estabas borracha, “¿abrazados?, ¿en serio?, ¿tú y yo?”.
            - Vale

   Te cambiaste la ropa y te pusiste algo demasiado corto como para llamarlo pijama y me invitaste a entrar en la cama. No sabía qué hacer, supuestamente yo no debía de estar descalzándome sentado en tu cama, no debí haber tomado la última, ni la penúltima. Ahora estaría lo suficientemente sobrio como para irme y actuar de forma cabal, “pero no... tenía que seguir bebiendo, ¡bah!, que sea lo que dios quiera”, pensé.

            - ¿Vas a dormir con eso? – Dijiste señalando mi pantalón corto – Vamos que puedes hacer lo que quieras, lo digo para que estés más cómodo – Te diste la vuelta y te quedaste tumbada en el borde la cama. En el borde de mis alas. 

   Me quité el pantalón sin recordar que llevaba debajo, “por favor, que sean decentes” y tuve suerte, creo que fue el único golpe de suerte de la noche: recordar que aquel día iba de estreno de boxes, ¿tan altas habías puesto yo las expectativas?, si lo hice, había dado de lleno. 

   Me metí en la cama y al principio no sabía  que hacer, vi tu espalda, y su suavidad me miró a los ojos y me retó a acariciarla. Pero creo que me faltaron dos copas más para hacer tal cosa. Así que me quedé mirando al techo, esperando un indicio o... algo, un milagro, o al menos un rayo que fulminara mi vergüenza. Pero no ocurrió nada, pasaron sólo dos minutos, que se me hicieron dos vidas, y no dos vidas cualesquiera, no... dos vidas sin sexo. “Menudo timo”
  
            - ¿No decías que dormiríamos abrazados? – Le dije en un tono guasón.
            - ¿Acaso piensas dormirte ya? – Me respondiste. “Hasta borracha me dejabas tirado con tus comentarios, touchè”.
            - Y si dormimos abrazados, ¿qué haremos mientras estemos despiertos? – Aún estabas de espaldas, deslizando tus curvas por mis pupilas.

   Entonces te diste la vuelta, dejando tu nariz a un palmo de la mía. Claro que mi nariz es tan grande que medio mundo está a un palmo de ella, no era tan meritorio. Aún así, nunca un palmo me pareció tan desafiante. Era un palmo que parecía como una lluvia de verano, estás bajo un balcón a casi cuarenta grados y ahí al lado está lloviendo, justo ahí... en tus labios.

            - Haremos todo lo que tú estés dispuesto a olvidar mañana – Me dijiste despacio mientras me pasabas el dedo índice por los labios. 

   Si no me hubiese rozado, juzgaría esas palabras como... injustas, y tal vez... no, seguro que no me hubiese ido, pero no me gustaba escucharlas, no de ti. Aún así te lo habría hecho entender, pero estabas borracha y yo simplemente estaba, con-tigo. 

   Te besé, pero no apartaste el dedo y nuestro primer beso tuvo un dedo índice como ocupa.
            - Espera, tú lo olvidarás, pero si yo algún día lo olvido, por favor, recuérdame lo que pase aquí y ahora.
            - Lo haremos inolvidable
            - Pero entonces tú como lo... – Lo callé, a ti no, al lío que estabas empezando a hacer y a tus palabras, que en ese momento eran más dulces en formato beso.

   Después saqué mis manos, hasta entonces presas y las paseé por tus caderas. Lo que quiera que deba sentir un pequeño hilo de agua al encontrarse y unirse a un río cargado de cascadas, era lo que sentí yo allí, en tan sólo un beso. 

   Nuestras manos corrieron, como si buscaran cubrir toda nuestra piel. Nosotros, que éramos imperfectos hicimos de nuestro paseo por el cuerpo del otro, algo perfecto. Hicimos el amor porque era la única forma de hacerlo todo sin necesitar nada. Hicimos el amor...y si tuviese que escribirlo las veces suficientes como para creérmelo me faltaría papel y paciencia. 

    No haré con mis palabras, más obvia, la evidencia de que con ellas no llego ni a medio describir lo que sentí aquella noche. Así que no diré nada más. Dejaré que la magia nunca quede encerrada entre acentos, tinta y papel. La cárcel de estos márgenes ya da buena fe de lo que ocurrió aquella noche.
     
   Lo que ocurrió fue que hicimos el amor... ¿Te acuerdas? 

martes, 24 de julio de 2012

COMO VER PAN, DONDE CREÍ VER SED


Recibí una carta. La transcribo:
  
   A Kiko:

   Anoche hice repaso de mis archivos y topé contigo. Antes de nada he de consolarme diciéndote que esto, pocas veces me ha pasado y que a partir de ahora intentaré que no vuelva a ocurrir, y es que cometí algún que otro error contigo. Todo comenzó con un desliz, pero en esto de los “caminos”, un paso dado en otra dirección puede significar perderte para siempre, así que, por favor, acepta mis disculpas. Te detallo a continuación lo ocurrido:

   El primer error que cometí fue hace ya un tiempo. Me convertí en olvido contigo e hice que te inscribieras en una facultad en la que no debiste inscribirte. Lo hiciste sólo porque olvidaste tu vocación. Lo siento, el olvido en que me debí de convertir no estaba destinado a ti. La cosa es que a partir de entonces quise hacerte volver al punto de partida y tuve que hacer algunos cambios de los que me arrepiento y de los que tus cicatrices deben de estar al tanto. Créeme, sólo quería que volvieras a empezar, y al fin y al cabo, lo conseguí... claro que no esperaba que tus particulares batallas te hicieran cambiar tanto: de ser arcilla, fácilmente moldeable, te convertiste en una roca cuarteada por el viento. Así que, cuatro años después,  tuve que ser lluvia para ti e intentar así hacer más maleable tu camino.

   La lluvia te impidió salir de casa aquella tarde en la que, aburrido, buscaste por Tuenti con quien hablar y la encontraste a ella. Una vez más: lo siento. No era esa mi intención. Tu vocación se fue al traste y la sustituiste por algo más emocionante y a la vez, más fugaz y efímero. Después ella se fue, dejando sólo huellas sobre el encharcado suelo. Estabas en un punto donde nunca debiste haber llegado, y aunque nunca lo creyeses en su momento, cambiaste la vida de quienes se cruzaron contigo y no debieron haberlo hecho, es decir, más trabajo para mí.

   No me rendí, y poco tiempo después, mientras me concentraba en tu caso e intentaba buscar la forma de volver a encauzar tus pasos... me despisté, me distraje (o al menos es lo único que puedo decir), preguntaste un número al azar al pequeño de tu primo y el te dio un nueve. Resulta que el nueve era ella, y te dio por intentar conocerla. Te quedaste en el intento, aunque supongo que te diste cuenta un año y pico después. Con respecto a esto, poco tengo que decir, si quieres echarle la culpa a alguien de aquel número, échasela al libre albedrío. Si es que lo encuentras.

   Llegado a este punto, donde decidiste cambiar tu vida por completo por ese nueve, poco podía hacer yo. Estaba frustrado y me sentía impotente. Dejé que todo siguiera ese nuevo cauce y no volví a intentarlo hasta que no te vi con el agua al cuello. Tú solito aprendiste a llorar – ainns - tú y ese nueve con el que te empeñaste en compartirlo todo... Bueno, el caso es que te intenté echar una mano y crucé contigo una venda, un boli y un papel. En principio la venda era para las heridas, y el boli y el papel eran para que planificaras un poco tu vida: un calendario, un horario o algo así era la idea. Pero no, una vez más te empeñaste en cambiar el rol de las cosas, te colocaste la venda sobre los ojos y te dedicaste a escribir con los ojos cerrados y el resto abierto.

   Más de un año llevaba sin mirar tu historia, y ahora te escribo esta carta para que entiendas que a tu reciente “ella” no la he puesto yo en tu camino. Así que cuando la mires, has de saber que no fui yo quien te hizo tropezar con su piel. Adjudícale las cicatrices o caricias que te de la vida con o sin ella a la libertad, a la casualidad, al azar, o a quien te apetezca. Por el resto de meteduras de pata, te pido perdón.
  
   Yo por ahora me despido, te prometo no volver a inmiscuirme en tu vida hasta que alrededor de tus pasos no haya más que precipicios.

                                                                       Atentamente: El Destino.

   Sólo puedo decir que... ver destino donde creí ver libertad es una sensación parecida a ver amistad donde creí ver amor... como ver pan, donde creí ver sed.
   Ahora ya sólo me queda huir de quien ofrezca precipicios.

viernes, 20 de julio de 2012

PREFIERO ESTAR SOLO A ESTAR SIN TI


   Anoche oí ruido de clamores que se acercaban colina arriba. Me alertaron e intenté echar un vistazo, pero desde donde estaba sólo veía como la luz de las estrellas parecía esconderse tímida, acongojada por el fulgor de unas antorchas y por quienes se nos echaban encima.

   Por el ruido de sus gritos, serían unos cuarenta campesinos. Rodearon nuestra casa mientras alzaban palabras de su justicia y vapuleaban orcas, azadas y demás herramientas del campo.
   
   “¿Quién fue el que les dijo que estaba allí?” me preguntaba, “habría sido la matrona, o tal vez el mozo de cuadras al que mi madre le encargaba comprar cosas para mí...”
  
   Madre les salió al paso, les intentó tranquilizar, siempre fue buena oradora y como estaba sola y era tan bella... daba tanta pena que hasta un dios se habría apiadado de ella. Solo que allí no había ni rastro ni criatura de ningún dios, y el alcohol que algunos se habían tomado los hacía aún más osados.

   Pareció que mi madre les hacía entrar en razón hasta que alguien, desde atrás (como siempre), gritó: “¡¡Adúltera!!” y un coro de voces secundaron cual borregos a la primera y amenazaron con incendiar la casa si mi madre no decía donde me escondía.

   Lo primero que escuché antes del crepitar de las llamas en el techo de paja fue a mi madre repetir constantemente que dentro de la casa no había nadie y que se fueran de allí. Luego hubo un grito ahogado y desesperado y luego calor; sólo calor.

   Los más cobardes sujetaron a mi madre cuando ésta quiso entrar, más tarde supe que le susurraron al oído: “Por qué tienes tanta prisa en entrar, si decías que ese apestoso engendro que trajiste a este mundo no estaba en la casa”. La obligaron a ver aquel espectáculo cruel de llamas subidas unas a otras, como aupándose, intentando llegar al cielo. Me hicieron de escalera, supongo.

   Si hubiera tenido unos años más y hubiese podido salir de la cuna, me hubiera enfrentado a esos borregos de necias vidas. Les hubiera enseñado sus propias cicatrices y les hubiera espantado con las verdades que no contaban en sus iglesias y conventos.
   No pude... y mi cuna ardió conmigo dentro. Pero conseguí algo antes de irme, en un momento en el que el fuego parecía rendir un segundo de luto y las estrellas y los ciegos campesinos parecían aliarse para quedarse en silencio, mi llanto se alzó sobre la colina, mi último aliento lo escucharon hasta las antorchas. Vibró su fuego, vibraron sus corazones, murió mi sonido y se ahogó en lágrimas mudas mi madre.

   Si madre me hubiera preguntado el porqué lloraba, y yo hubiese sabido que decir, le habría respondido: “No lloro por morir y quedarme solo, sino por alejarme de ti. Porque prefiero estar solo a estar sin ti.”

lunes, 16 de julio de 2012

DONDE LA NOCHE SÓLO SEA LEYENDA



 Hazme el otoño:
haz que parezca gris y triste
y hazme temblar.
Tírame las palabras
como caen las hojas secas y livianas.

Se mi viento, mece mis antojos
adórnalos con brisas
o llévalos donde nadie los vea

Se mi revolución,
mi imperio, mi dios
mi puta, mi consejera
y mi delirio

Llévame por tu camino
piérdeme andando
no me detengas, no me frenes,
quítame las vendas, las alas y la ropa, y después comámonos las ganas.
No hay leña, así que echemos nuestros sueños a la hoguera
que prendan, que sean así como los consumamos.

Cógeme de la mano y hazme daño
Dime mentiras y hazme sentir la verdad

Vete y déjame solo.
Vete lejos, donde no pueda encontrarte,
donde no salga el Sol,
donde la noche sólo sea leyenda
y mueras a diario.
Vete donde quieras, y quiere.

Vete pero vuelve.
Vuelve en otoño:
que tenga yo la certeza de que los comienzos sólo están hechos para dos,
y que sin ti...
todo es extraño

y que sin ti...
es otoño hasta el verano

sábado, 14 de julio de 2012

IMAGINACIÓN: RUIDO, MÚSICA O LATIDOS




Hacer un mundo,
vivir en él: ver que no hiciste, sentir lo que hiciste.
 Y después destruirlo.

Hacer un mundo nuevo
vivir en él: sentir lo creado y ansiar lo que falta.
Y después destruirlo

  Pero un día te levantas como los anteriores, dispuesto a crear un mundo: moldeas y tallas tus creaciones, teniendo en cuenta los motivos que te movieron a destruirlas y la motivación que te llevó a crearlas.
   Ese día, antes de vivir en él, tiñes la sangre de tu creación del color de la libertad: Les brindas emociones, instintos, experiencias, conciencias, motivación y sobre todo... imaginación. Entras en él y vives conforme a lo creado, y ahora sí, a diferencia de los anteriores, lo que no hiciste se hace desde dentro. Ves crecer tu mundo, dilatarse y contraerse, como el pulso de un gran y enorme “todo” con forma de corazón, ves quien usa la imaginación para hacer crecer algo como crece un bosque:

Despacio,
pero inmerso en un continuo sin nada que envidiar al infinito.
Como un bosque,
excepto en una sola cosa:
el bosque de la imaginación hace ruido al crecer:
Ruido a oídos de quien no quiere escucharlo,
música a oídos de quienes ansiaban aquello que nadie creó
y latidos para quien utilizó su imaginación.

   Cada una de las creaciones se hace a la vez su propio creador, y en el creador de otras. Así el otoño crea colores, el rio crea cuencas y el hombre dolor. Todo ceñido a una sola norma: Somos uno. Somos todo. No hay nada que se escape, porque la nada y el vacío también forman parte de este todo: Lo complementa, le dan sentido.

¡Pero ay el hombre!
 capaz de lo mejor e incapaz de demostrarlo...
 capaz de lo peor y empeñado en mostrarlo...
El hombre, que llegó el último
y nunca pasará el testigo.

¡Ay el hombre!
Devorador de tantas libertades
El hombre: el único animal enjaulado.
sus barrotes los hizo él mismo.
Su miedo: el exterior
Su pena: su interior
Su destino: la extinción,
pero no cualquiera...
extinción exenta de perdón, ni leyenda, ni sin-dolor
Porque creyó no ser uno
creyeron ser dos y luego casi infinitos.
Infinitos hombres sintiéndose tan finitos en un mundo realmente infinito
Infinitas partes sintiéndose parte de un mundo que nunca estuvo dividido


   Después de ver todo esto y de tener la certeza de que la destrucción, ya no requiere la necesidad de tu intervención, te vas. Tan lejos donde un millón de rezos, súplicas o perdón sólo sean una brisa en el olvido de un Dios.