miércoles, 11 de julio de 2012

ÉRAMOS TRES




Son las cuatro de la mañana,
el ruido de los aires acondicionados
lucha por ser más elevado que estos malditos grados.
Fuera, sólo la música de la noche,
que pocas veces disfruté realmente
a solas y a la intemperie,
con estrellas en lugar de gotéele.

Hoy llegaron palabras del otro lado del Mundo,
de aquel otro lado donde la frase “todo es igual”,
cojea en el todo.
Desde allí llegaron sonrisas escondidas tras la ilusión,
y un pellizco de miedo, de ese que gusta,
combustible del curioseo y del arte,
amante de la cultura y que camina al agrado del
Hola, ¿qué tal?

Son más de las cuatro de la mañana
a esta hora es cuando más ingenuo soy,
pues me doy cuenta de que el más mínimo sonido podrá escucharse
y creo ser capaz de escucharte si me concentro,
o si te espero...
Pero que ingenuo soy:
Al camión de la basura lo confundí contigo subiendo el ascensor.
Al sonido del ordenador, lo confundí con el motor de tu coche,
aún encendido.
Al ruido de la ansiedad correteando por el suelo lo confundí con tu voz
y el ruido de mi lápiz sobre el papel lo confundí con tu piel.
Pero que ingenuo soy:
si casi creo que el colchón crujía por el peso de dos
y cuando abrí los ojos vi que éramos tres:
yo, yo sin ti, y yo sin mí.

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