Hacer un mundo,
vivir en él: ver que no hiciste, sentir lo que
hiciste.
Y después
destruirlo.
Hacer un mundo nuevo
vivir en él: sentir lo creado y ansiar lo que
falta.
Y después destruirlo
Pero un día te levantas como los anteriores,
dispuesto a crear un mundo: moldeas y tallas tus creaciones, teniendo en cuenta
los motivos que te movieron a destruirlas y la motivación que te llevó a
crearlas.
Ese día, antes de vivir en él, tiñes la sangre
de tu creación del color de la libertad: Les brindas emociones, instintos,
experiencias, conciencias, motivación y sobre todo... imaginación. Entras en él
y vives conforme a lo creado, y ahora sí, a diferencia de los anteriores, lo
que no hiciste se hace desde dentro. Ves crecer tu mundo, dilatarse y
contraerse, como el pulso de un gran y enorme “todo” con forma de corazón, ves
quien usa la imaginación para hacer crecer algo como crece un bosque:
Despacio,
pero inmerso en un continuo sin nada que envidiar
al infinito.
Como un bosque,
excepto en una sola cosa:
el bosque de la imaginación hace ruido al crecer:
Ruido a oídos de quien no quiere escucharlo,
música a oídos de quienes ansiaban aquello que
nadie creó
y latidos para quien utilizó su imaginación.
Cada una de las creaciones se hace a la vez
su propio creador, y en el creador de otras. Así el otoño crea colores, el rio
crea cuencas y el hombre dolor. Todo ceñido a una sola norma: Somos uno. Somos
todo. No hay nada que se escape, porque la nada y el vacío también forman parte
de este todo: Lo complementa, le dan sentido.
¡Pero ay el hombre!
capaz de lo
mejor e incapaz de demostrarlo...
capaz de lo
peor y empeñado en mostrarlo...
El hombre, que llegó el último
y nunca pasará el testigo.
¡Ay el hombre!
Devorador de tantas libertades
El hombre: el único animal enjaulado.
sus barrotes los hizo él mismo.
Su miedo: el exterior
Su pena: su interior
Su destino: la extinción,
pero no cualquiera...
extinción exenta de perdón, ni leyenda, ni
sin-dolor
Porque creyó no ser uno
creyeron ser dos y luego casi infinitos.
Infinitos hombres sintiéndose tan finitos en un
mundo realmente infinito
Infinitas partes sintiéndose parte de un mundo que
nunca estuvo dividido
Después de ver todo esto y de tener la
certeza de que la destrucción, ya no requiere la necesidad de tu intervención,
te vas. Tan lejos donde un millón de rezos, súplicas o perdón sólo sean una
brisa en el olvido de un Dios.
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