- Dormiremos abrazados, ¿vale? – Evidentemente estabas
borracha, “¿abrazados?, ¿en serio?, ¿tú y yo?”.
- Vale
Te cambiaste la ropa y te pusiste algo
demasiado corto como para llamarlo pijama y me invitaste a entrar en la cama.
No sabía qué hacer, supuestamente yo no debía de estar descalzándome sentado en
tu cama, no debí haber tomado la última, ni la penúltima. Ahora estaría lo
suficientemente sobrio como para irme y actuar de forma cabal, “pero no...
tenía que seguir bebiendo, ¡bah!, que sea lo que dios quiera”, pensé.
-
¿Vas a dormir con eso? – Dijiste señalando mi pantalón corto – Vamos que puedes
hacer lo que quieras, lo digo para que estés más cómodo – Te diste la vuelta y
te quedaste tumbada en el borde la cama. En el borde de mis alas.
Me quité el pantalón sin recordar que
llevaba debajo, “por favor, que sean decentes” y tuve suerte, creo que fue el
único golpe de suerte de la noche: recordar que aquel día iba de estreno de
boxes, ¿tan altas habías puesto yo las expectativas?, si lo hice, había dado de
lleno.
Me metí en la cama y al principio no sabía que hacer, vi tu espalda, y su suavidad me
miró a los ojos y me retó a acariciarla. Pero creo que me faltaron dos copas
más para hacer tal cosa. Así que me quedé mirando al techo, esperando un
indicio o... algo, un milagro, o al menos un rayo que fulminara mi vergüenza.
Pero no ocurrió nada, pasaron sólo dos minutos, que se me hicieron dos vidas, y
no dos vidas cualesquiera, no... dos vidas sin sexo. “Menudo timo”
- ¿No decías que dormiríamos abrazados? – Le dije en un
tono guasón.
- ¿Acaso piensas dormirte ya? – Me respondiste. “Hasta
borracha me dejabas tirado con tus comentarios, touchè”.
- Y si dormimos abrazados, ¿qué haremos mientras estemos
despiertos? – Aún estabas de espaldas, deslizando tus curvas por mis pupilas.
Entonces te diste la vuelta, dejando tu nariz
a un palmo de la mía. Claro que mi nariz es tan grande que medio mundo está a
un palmo de ella, no era tan meritorio. Aún así, nunca un palmo me pareció tan
desafiante. Era un palmo que parecía como una lluvia de verano, estás bajo un
balcón a casi cuarenta grados y ahí al lado está lloviendo, justo ahí... en tus
labios.
- Haremos todo lo que tú estés dispuesto a olvidar mañana
– Me dijiste despacio mientras me pasabas el dedo índice por los labios.
Si no me hubiese rozado, juzgaría esas
palabras como... injustas, y tal vez... no, seguro que no me hubiese ido, pero
no me gustaba escucharlas, no de ti. Aún así te lo habría hecho entender, pero estabas
borracha y yo simplemente estaba, con-tigo.
Te besé, pero no apartaste el dedo y nuestro
primer beso tuvo un dedo índice como ocupa.
- Espera, tú lo olvidarás, pero si yo algún día lo
olvido, por favor, recuérdame lo que pase aquí y ahora.
- Lo haremos inolvidable
- Pero entonces tú como lo... – Lo callé, a ti no, al lío
que estabas empezando a hacer y a tus palabras, que en ese momento eran más
dulces en formato beso.
Después saqué mis manos, hasta entonces
presas y las paseé por tus caderas. Lo que quiera que deba sentir un pequeño
hilo de agua al encontrarse y unirse a un río cargado de cascadas, era lo que
sentí yo allí, en tan sólo un beso.
Nuestras manos corrieron, como si buscaran cubrir
toda nuestra piel. Nosotros, que éramos imperfectos hicimos de nuestro paseo
por el cuerpo del otro, algo perfecto. Hicimos el amor porque era la única
forma de hacerlo todo sin necesitar nada. Hicimos el amor...y si tuviese que
escribirlo las veces suficientes como para creérmelo me faltaría papel y
paciencia.
No haré con mis palabras, más obvia, la
evidencia de que con ellas no llego ni a medio describir lo que sentí aquella
noche. Así que no diré nada más. Dejaré que la magia nunca quede encerrada entre
acentos, tinta y papel. La cárcel de estos márgenes ya da buena fe de lo que
ocurrió aquella noche.
Lo que ocurrió fue que hicimos el amor... ¿Te
acuerdas?
Cómo no? jeje
ResponderEliminarBromas aparte, me ha gustado tu relato carnal.
Un beso
jajaja
ResponderEliminarPara relato carnal la foto de tu última entrada. Por ahí parecen dejarse caer las palabras en tropel... a mí al menos se me han caído todas.