Respira hondo.
No, aún más hondo, porque
donde vamos no hay aire que poder respirar.
Desabróchate el cinturón
de seguridad, porque por el camino por el que vamos a ir, no hay cinto que nos
sujete, y recuerda, déjate la documentación en casa, allá donde vamos nadie te
pedirá nada que no sea tu aliento o tu calma.
Ahora, eso sí, debes de
tener en cuenta que allí las sonrisas están prohibidas, que los abrazos están
penados con multa, los besos con cárcel... así que vete preparando para morir
fusilada, porque donde vamos yo seré el primero en robarte la cama.
¿La calma?
No, la cama.
Yo me iré poniendo el
cascabel, que un juguete que no hace ruiditos es como un otoño sin recuerdos.
Después voy a contar hasta tres, luego leeré la última frase de cada libro que
te falte por leer y entonces, sólo entonces, se iluminará una estrella en mi
cielo...
¿En tu cielo?, y eso, ¿por dónde se supone que queda?
No sé, seguramente esté perdido
entre tu pelo, pero qué más da, si vamos a tener noche para buscarlo. Verás
como lo encontramos, lo prometo por cada bostezo que den tus años cuando les
prometa regalarles mi vida.
Deja que continúe: La estrella
nos dirá por donde ir, que sitios debemos pisar y cuales no.
¿Y los sueños?
A los sueños hay que
vestirlos antes de meterlos en la maleta que sino pasan frío, se ponen a temblar
y luego confundimos el frío con miedo y no hay quien los entienda.
Una cosa más, ¿Qué hay
que hacer para encontrarte a ti?
Muy fácil, solo tienes
que coger el primer vuelo que salga a cualquier parte, llegar allí, perder
media docena de autobuses, salir a la calle, tropezarte tantas veces como veces
hayas confiado en alguien. Cansarte, pero seguir andando. Amar a cada uno que
se cruce por tu acera, hacerlo sin reparo y amar como lo hacen las costuras rotas:
con la certeza de que acabarán aún más abiertas y descosidas, pero sin miedo.
Luego créete estar a la altura de la palabra, escribe, baila sobre el papel y
sobre el mundo, y estate atenta al suelo y al cielo a la vez, nadie sabe dónde
encontrar una aventura con la que abrocharse la vida y llenarse los bolsillos.
Haz todo eso y hazlo con la rapidez con la que el mundo gira y en armonía con el
viento que sólo expira. Ráscate la testarudez de encima, los celos y las
mentiras, que siempre pican más de la cuenta; y a pesar de que lo veas todo en
blanco y negro, cuéntale al que te pregunte lo bonitos que son los colores.
Escribe poesía acerca de ellos y publícalo en internet... repítelo muchas
veces y seguro que te creen. Si la mayoría lo hacen y sólo algunos saben que no
los ves, entonces... allí estaré, entre esos pocos. No sé si me encontrarás,
pero al menos eso fue lo que yo hice para llegar a estar, hoy, donde quiera que
esté.
Brillante.
ResponderEliminarDefinitivamente y sin lugar a dudas, éste es de mis favoritos! :)
ResponderEliminarRecuerda no permitir que deje de sonar ese cascabel