Sin ti,
sólo quedan los escombros
de muros que juntos derribamos
y acordes impacientes de
ser encontrados.
¡Me prometiste que ya no
habría más papel que tu piel!
y mírame...
Reproches a un lado,
te echo de menos,
tus silencios me han
silenciado
y ya no queda más viento
que el sigilo de tus miradas.
Pero, aún así, te echo de
menos.
¿Sabes?, até tus secretos
a una nota de jazz, para que cuando caiga la noche y se alce la música, crea
que estás volviendo a susurrármelos... como lo hacías antes: entre combates
forjados en mil camas.
¿Recuerdas eso de...?
El tiempo será, con nosotros,
sólo un compañero del viaje, que cuando nos besemos alivie sus pasos, y cuando
nos dejemos de mirar, vaya más despacio.
Y el viento, ¿qué era eso
que decías del viento?, ¡Ah, sí!, recuerdo que lo utilizabas como corcho donde
colgar “para siempre” que el propio viento se llevó...
Sin ti,
sólo quedan altares al
recuerdo, y una esquela donde antes reposaba tu pelo.
El muerto: El
romanticismo.
Los cuerdos ríen cuando
alguien les dice algo bonito y le miran esperando la coletilla, la última frase
ingeniosa, o más que ingeniosa, frívola. La esperan porque de eso se alimenta
la cobardía. La ignorancia furtiva se lo cargó, y en el sumario alguien
escribió: Murió por probar a recitar un poema en un mundo que ya no rimaba con
casi nada.
Debajo del nombre del muerto.
Sus seres queridos:
Romanticismo, las
lágrimas de todos nosotros no te olvidan, te llevaremos siempre en el corazón,
tú nos hiciste saladas. ¡Hagamos de tu muerte un mar en todas las miradas!
Sin ti.
Tirare mis caricias por
la ventana,
prenderé fuego a todas
las velas,
ahorcaré a todos mis
poemas,
le arrancaré la piel a
todas mis sonrisas y las utilizaré como telón,
desayunaré mis penas
y me armaré de silencios
y vistas al suelo.
Sin ti.
Sin ti solo queda un
nosotros huérfano de tus formas
Sólo quedo yo,
desheredado de tus
lunares,
náufrago de tus colores,
aquí contando los días
desde que te fuiste...
con tu sombra a mi lado
midiendo cicatrices
y con el pentagrama mutilado. ...
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