sábado, 11 de mayo de 2013

ESCRITO



Últimamente no te encuentro,
yo, que creía que las sábanas eran más de esconder orgasmos que secretos.
Andaba tan equivocado como el hielo que cree existir para enfriar el whisky,
cuando es el whisky el que existe para derretirlo a él.

   Ave de presa de la arbitrariedad en la que se mueve tu pelo, así me siento, y escribo al azar, sólo que el dado que uso para jugar, se olvidó de sus caras para dibujar la tuya.

   No merece la pena decir que no a las palabras, que pueden que no me traigan tu estela, pero ¿y la de simulacros de ti que voy a conocer? Eso no me lo quita nadie. Y hablando de quitar, anoche soñé contigo y te llevaste hasta mis ganas de despertar, tuve la sensación de haber besado el suelo, y ya sabes como soy, tengo la fea costumbre de, al caerme, quedarme un rato en el suelo, a veces se aprende más mirando al suelo donde pisamos que dejándonos la vista en el cielo con el que soñamos. Por eso mismo suelo decirme que no debo menospreciar a ningún cabizbajo, ni a ningún iluso. Nadie sabe más de las caídas que quien no sabe por donde pisa.

   Llegado a este punto yo diría que ya te he hecho temblar. Pero lo escribo sin argumento, que por muy alta alcurnia que aquí no haya existido nunca, en cualquier amago de literatura siempre ha habido cabida para las baladronadas, eso lo sabe cualquier hijo de vecino.

   No quiero irme sin hablar de intenciones. La intención de dejar esto escrito, espero y tiene que quedar claro que nunca fue un motivo, no fue un adorno al capricho de un insomnio, ni la búsqueda de tu sonrojo, admiración o desprecio, ni tan siquiera una inspiración, nada más alrededor de la verdad, la intención siempre fue una angustiosa y apasionante necesidad. Nada más, y por supuesto, nada menos. Porque por más no sé a dónde llegaríamos, pero por menos, hasta aquí hemos llegado, que no es poco.

   Si lo que quieres es no aburrirte al leer estas palabras deberías haberlas leído en voz alta, no con tu voz, sino con la de ella. Con ese deje sensual que levantaría en armas a un país sin enemigo alguno, con esos labios que… si hay un lugar en el mundo donde la soberbia le hace el amor a la inocencia, es allí.  Si no la escuchaste nunca, si no sabes de quien te hablo, si crees que para recordarla tienes que hacer un ejercicio de memoria y no de corazón, espera, deja que este mentiroso te diga como encontrarla: Sólo tienes que cerrar los ojos y no volverlos a abrir nunca más, cuando hayas pasado tanto tiempo a oscuras como para creerte ciego, entonces, deja de hablar, esta vez hasta que te creas mudo, luego hazte el sordo hasta que no oigas, no respires hasta que te creas muerto y después, olvida a todos cuantos conociste hasta que te creas solo, empezando por ti. A aquella de la no consigas olvidar, recuérdala. Si no hay nadie, tranquilo, sea quien sea ella para ti, vendrá a rescatarte, y lo hará hasta que tengas más motivos para encontrar que para buscar.

Ya está.

Escrito está.

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