Música de fracaso
de ganas de extirparme
los oídos
Libreta repleta de
desgana. De los barcos hundidos que hundimos, hoy no quedan ni las jarcias. Del
mar que embravecimos con mentiras que no ocultarían ni todo el alcohol de las
bodegas, ya no queda ni la sal para las heridas.
Libros torcidos en la
librería, arrugadas sus páginas, arrugados los mitos. A la valentía la mandé ir
a buscar respuestas y solo trajo ramos de rosas, que en lugar de espinas traían
espectros.
¡Y a la mierda los amaneceres! gritamos, y quedaron todos escondidos bajo mi
cama, donde guardo toda la mierda de poesía: coja y ultrajada por la prosa de
mil tinteros.
A las horas en las que ni
el más charlatán, dicharachero o maleante
tiene a nadie conectado
al Facebook.
A las horas donde redes
sociales sólo son redes.
Tan adentrado en la noche
que sabes que despertarás en mitad del día.
Resacoso de poesía,
con la sensación del
trabajo bien hecho.
Como la prostituta que consiguió
que no le atrapara la
policía
...y esa bocina
que alterna el ego y
alter ego con disparos tan dispares
de sobornos y disfraces
de uniforme, cuya placa brilla más de día que de noche.
¡Silencio!...
Alguien habla de ti y de
mí creyendo conocernos,
y arrebata predicciones.
Escucha... habla de cómo nos
conocimos
de los condones (que no
usamos)
escucha y oirás el eco de
sus risas
cuando habla de las
caricias que supimos que se escaparían a la historia y la eternidad.
Escucha...
Hay una brizna de
silencio enredada en tu pelo que habla de nosotros hasta en los más oscuros
inviernos. Que no teme que la escuchen ni padece rabia o sed. Que no tiene
miedo del desprecio. Carece de fe. No posee cuerpo ni sombra, ni voz, ni
tampoco alma que la proteja de la tempestad que nos arrecie. Porque no hay mayor
hondura que la creencia en la que se quiere creer... y yo quiero creer que
perdimos la jugada para volver a vernos... si... otra vez.
Escucha...
En el bosque de las
marionetas sin hilo. En la selva de cabezas pensantes tan confundidas y
condicionadas por el viento de sus vidas que hasta carecen de libertad. En el
asfalto, tierra fértil de cosecha de grilletes y pedanterías. Allí hablan de
mí. Y de mí contigo. Que no podría ser de otra forma, porque sin ti no vivo...
y hablan de mí y de mi vida, como quien espolea el látigo con ojos cerrados y los
labios apretados buscando a dar. Hablan de lo que sentimos y hablan de lo que
somos.
Escucha...
No encontrarás respuesta
en ninguna escucha. Nos enseñaron a escuchar para poder hablar, y nos repetían
la lección cuantas veces hablaras de lo que ellos no querían escuchar.
Deja de escuchar y habla
Pues te prefiero
equivocada pero viva en cada palabra,
que sabia y embobada
¡Shhhhhsss!
No compartas este secreto
con nadie de ahí fuera...
de fuera de nuestra
cárcel. No le digas a nadie que la construimos para que ellos no entraran. No
menciones que hicimos nuestra prisión tan enana para que sólo cupiésemos nosotros
dos. No lo hagas, o alargarán los barrotes, e incluso los prohibirán si hace
falta... porque, joder, ya sé que hace muy buen tiempo fuera, y que aquí dentro
hace peor. Pero que le voy a hacer yo, si soy esclavo de tus lindezas y de tus
defectos enamoré a mi dedo índice, de tanto señalarlos, pasó a querer tocarlos,
y ahora hasta mis dedos quieren besarte, con pellizcos si hace falta... o eso
dicen.
Ni con refuerzos de soles
y lunas, dejaría más alto el colofón de no saber si entenderás, de mis
palabras... alguna. Espero que sean más de dos.
¡Qué lástima que nuestros
besos siempre acaben en indecisiones!
Conversaciones de “luego”
repletas de “no lo sé”,
perdidas las ambiciones
de juntar tus faldas con mis sombreros...
¡Qué lástima que en
nuestro juego, parezcan prohibidos los “te quiero-s”!
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