Recibí una carta. La
transcribo:
A Kiko:
Anoche hice repaso de mis archivos y topé
contigo. Antes de nada he de consolarme diciéndote que esto, pocas veces me ha
pasado y que a partir de ahora intentaré que no vuelva a ocurrir, y es que
cometí algún que otro error contigo. Todo comenzó con un desliz, pero en esto
de los “caminos”, un paso dado en otra dirección puede significar perderte para
siempre, así que, por favor, acepta mis disculpas. Te detallo a continuación lo
ocurrido:
El
primer error que cometí fue hace ya un tiempo. Me convertí en olvido contigo e
hice que te inscribieras en una facultad en la que no debiste inscribirte. Lo
hiciste sólo porque olvidaste tu vocación. Lo siento, el olvido en que me debí
de convertir no estaba destinado a ti. La cosa es que a partir de entonces
quise hacerte volver al punto de partida y tuve que hacer algunos cambios de los
que me arrepiento y de los que tus cicatrices deben de estar al tanto. Créeme,
sólo quería que volvieras a empezar, y al fin y al cabo, lo conseguí... claro
que no esperaba que tus particulares batallas te hicieran cambiar tanto: de ser
arcilla, fácilmente moldeable, te convertiste en una roca cuarteada por el
viento. Así que, cuatro años después, tuve que ser lluvia para ti e intentar así hacer
más maleable tu camino.
La lluvia te impidió salir de casa aquella
tarde en la que, aburrido, buscaste por Tuenti con quien hablar y la
encontraste a ella. Una vez más: lo siento. No era esa mi intención. Tu
vocación se fue al traste y la sustituiste por algo más emocionante y a la vez,
más fugaz y efímero. Después ella se fue, dejando sólo huellas sobre el
encharcado suelo. Estabas en un punto donde nunca debiste haber llegado, y
aunque nunca lo creyeses en su momento, cambiaste la vida de quienes se
cruzaron contigo y no debieron haberlo hecho, es decir, más trabajo para mí.
No me rendí, y poco tiempo después, mientras
me concentraba en tu caso e intentaba buscar la forma de volver a encauzar tus
pasos... me despisté, me distraje (o al menos es lo único que puedo decir), preguntaste
un número al azar al pequeño de tu primo y el te dio un nueve. Resulta que el
nueve era ella, y te dio por intentar conocerla. Te quedaste en el intento, aunque
supongo que te diste cuenta un año y pico después. Con respecto a esto, poco
tengo que decir, si quieres echarle la culpa a alguien de aquel número, échasela
al libre albedrío. Si es que lo encuentras.
Llegado a este punto, donde decidiste cambiar
tu vida por completo por ese nueve, poco podía hacer yo. Estaba frustrado y me
sentía impotente. Dejé que todo siguiera ese nuevo cauce y no volví a
intentarlo hasta que no te vi con el agua al cuello. Tú solito aprendiste a
llorar – ainns - tú y ese nueve con el que te empeñaste en compartirlo todo...
Bueno, el caso es que te intenté echar una mano y crucé contigo una venda, un
boli y un papel. En principio la venda era para las heridas, y el boli y el
papel eran para que planificaras un poco tu vida: un calendario, un horario o
algo así era la idea. Pero no, una vez más te empeñaste en cambiar el rol de las
cosas, te colocaste la venda sobre los ojos y te dedicaste a escribir con los
ojos cerrados y el resto abierto.
Más de un año llevaba sin mirar tu historia,
y ahora te escribo esta carta para que entiendas que a tu reciente “ella” no la
he puesto yo en tu camino. Así que cuando la mires, has de saber que no fui yo
quien te hizo tropezar con su piel. Adjudícale las cicatrices o caricias que te
de la vida con o sin ella a la libertad, a la casualidad, al azar, o a quien te
apetezca. Por el resto de meteduras de pata, te pido perdón.
Yo por ahora me despido, te prometo no
volver a inmiscuirme en tu vida hasta que alrededor de tus pasos no haya más
que precipicios.
Atentamente:
El Destino.
Sólo puedo decir que... ver destino donde
creí ver libertad es una sensación parecida a ver amistad donde creí ver amor...
como ver pan, donde creí ver sed.
Ahora ya sólo me queda huir de quien ofrezca
precipicios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario