martes, 24 de julio de 2012

COMO VER PAN, DONDE CREÍ VER SED


Recibí una carta. La transcribo:
  
   A Kiko:

   Anoche hice repaso de mis archivos y topé contigo. Antes de nada he de consolarme diciéndote que esto, pocas veces me ha pasado y que a partir de ahora intentaré que no vuelva a ocurrir, y es que cometí algún que otro error contigo. Todo comenzó con un desliz, pero en esto de los “caminos”, un paso dado en otra dirección puede significar perderte para siempre, así que, por favor, acepta mis disculpas. Te detallo a continuación lo ocurrido:

   El primer error que cometí fue hace ya un tiempo. Me convertí en olvido contigo e hice que te inscribieras en una facultad en la que no debiste inscribirte. Lo hiciste sólo porque olvidaste tu vocación. Lo siento, el olvido en que me debí de convertir no estaba destinado a ti. La cosa es que a partir de entonces quise hacerte volver al punto de partida y tuve que hacer algunos cambios de los que me arrepiento y de los que tus cicatrices deben de estar al tanto. Créeme, sólo quería que volvieras a empezar, y al fin y al cabo, lo conseguí... claro que no esperaba que tus particulares batallas te hicieran cambiar tanto: de ser arcilla, fácilmente moldeable, te convertiste en una roca cuarteada por el viento. Así que, cuatro años después,  tuve que ser lluvia para ti e intentar así hacer más maleable tu camino.

   La lluvia te impidió salir de casa aquella tarde en la que, aburrido, buscaste por Tuenti con quien hablar y la encontraste a ella. Una vez más: lo siento. No era esa mi intención. Tu vocación se fue al traste y la sustituiste por algo más emocionante y a la vez, más fugaz y efímero. Después ella se fue, dejando sólo huellas sobre el encharcado suelo. Estabas en un punto donde nunca debiste haber llegado, y aunque nunca lo creyeses en su momento, cambiaste la vida de quienes se cruzaron contigo y no debieron haberlo hecho, es decir, más trabajo para mí.

   No me rendí, y poco tiempo después, mientras me concentraba en tu caso e intentaba buscar la forma de volver a encauzar tus pasos... me despisté, me distraje (o al menos es lo único que puedo decir), preguntaste un número al azar al pequeño de tu primo y el te dio un nueve. Resulta que el nueve era ella, y te dio por intentar conocerla. Te quedaste en el intento, aunque supongo que te diste cuenta un año y pico después. Con respecto a esto, poco tengo que decir, si quieres echarle la culpa a alguien de aquel número, échasela al libre albedrío. Si es que lo encuentras.

   Llegado a este punto, donde decidiste cambiar tu vida por completo por ese nueve, poco podía hacer yo. Estaba frustrado y me sentía impotente. Dejé que todo siguiera ese nuevo cauce y no volví a intentarlo hasta que no te vi con el agua al cuello. Tú solito aprendiste a llorar – ainns - tú y ese nueve con el que te empeñaste en compartirlo todo... Bueno, el caso es que te intenté echar una mano y crucé contigo una venda, un boli y un papel. En principio la venda era para las heridas, y el boli y el papel eran para que planificaras un poco tu vida: un calendario, un horario o algo así era la idea. Pero no, una vez más te empeñaste en cambiar el rol de las cosas, te colocaste la venda sobre los ojos y te dedicaste a escribir con los ojos cerrados y el resto abierto.

   Más de un año llevaba sin mirar tu historia, y ahora te escribo esta carta para que entiendas que a tu reciente “ella” no la he puesto yo en tu camino. Así que cuando la mires, has de saber que no fui yo quien te hizo tropezar con su piel. Adjudícale las cicatrices o caricias que te de la vida con o sin ella a la libertad, a la casualidad, al azar, o a quien te apetezca. Por el resto de meteduras de pata, te pido perdón.
  
   Yo por ahora me despido, te prometo no volver a inmiscuirme en tu vida hasta que alrededor de tus pasos no haya más que precipicios.

                                                                       Atentamente: El Destino.

   Sólo puedo decir que... ver destino donde creí ver libertad es una sensación parecida a ver amistad donde creí ver amor... como ver pan, donde creí ver sed.
   Ahora ya sólo me queda huir de quien ofrezca precipicios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario