Es consciente de que todo le ha salido mal.
E incluso aquella vez que se dejó llevar, no debió de haberlo hecho. Sabe que
perdió y se rindió.
Sólo espera a que por fin aprendieras a
volar y pudieses entrar por la ventana, espera a que llegues empapada, calada
hasta el orgullo, y reza, a su manera, para que así sea:
Cierra los ojos y piensa “cuando cuente
hasta tres los abriré y ella estará aquí”. Tres y un segundo después vuelve a
cerrar los ojos: “mejor cuando cuente hasta nueve, que fue nuestro número de la
casualidad”. Nueve y un segundo después lo deja.
Aprendió tan lentamente a tirar la toalla
que, con el tiempo, ganó en puntería.
Parece que duerme, respira cada vez más
relajadamente. Lleva más de tres y más de nueve segundos con los ojos cerrados.
De repente los abre, se levanta, coge un lápiz y escribe en un papel: “Que las
nubes se cosan un vestido y se pongan los tacones, que se disfracen de luna,
que hoy tú y yo haremos de lluvia”. Después borra esas últimas tres palabras
y... vibra el móvil. La esperanza en sus ojos, las prisas en sus manos y la
respuesta del móvil: “Batería completamente cargada”.
“Así no hay quien escriba poesía” Piensa. “Ni
quien la sienta”.
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Fuera está lloviendo... |
***
En el aire ruido, de fondo, la lluvia, y
dentro nadie, todo ella está fuera, saltando al ritmo de ya no sabe qué: Si de
aquel amago de música, del alcohol, de las ganas (las que le quedan) o del
dolor de sus pies.
Tacones, por supuesto. Rímel, desde luego. Sombra
de ojos pintada, su sombra persiguiéndola y las sombras que ella cosechó
atormentándola. Pero hoy no. Hoy solo baila.
Sonríe a sus amigas, al chico de la barra,
al que ya no está, a su última sensación de euforia. Sonríe a las luces, al
humo, al disc jockey que pincha una bailable, da vueltas, da palmas, da motivos
al resto de chicos para seguir prendados. Cuando hay un segundo de calma y cree
que se pondrá a pensar, llama al camarero del bar y pide otra copa, ésta, como
las ultimas, la beberá sin sed. Pero con necesidad.
Se ha dejado fuera los malos rollos atados y sedados. Ella, que anda vestida como si fuera verano, pero que solo busca
miradas que parezcan congeladas. Ella, que es consciente de que se lo está
pasando bien, de que sus amigas hoy no dirán eso de “tú antes molabas”, que
sabe que la noche es larga, que estará cargada de emociones fuertes y que bajo
todo eso...sabe que está sola... sabe que en realidad, está sola... “¡Por fin,
la copa!” piensa cuando llega. El primer trago en honor a la eternidad. El
segundo en honor a la amistad. Y el tercero, ya sin honor, a su entrepierna,
que es quien esa noche, es consciente de que ganará.
No queda mucho para que amanezca, ya se ha
despedido del chico al que poco ha conocido y mucho ha besado. Procuró hacerle
unas fotos para enseñárselas a sus amigas, era tan guapo...
De repente el móvil suena. Su conciencia se
altera y su sonrisa se despierta. “Tal vez sea él”. El móvil le responde: “Batería
vacía. Cargue su móvil”.
“Así no hay quien se lo pase bien” piensa. “Ni
quien dejé de pensar y darle vueltas a la cabeza”.
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...dentro también |
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