Hay por ahí alguien
que se dedica a presumir de haber matado a la poesía. Cuenta que sabe de los
secretos que tiene ella guardados entre las piernas, y que ha contado ya todas
las estrellas, las ha enumerado, y les ha puesto precio. Las vende en no sé qué
mercado de tus labios.
Cuentan por ahí que
la tristeza inspira, y que las ostias fabrican poetas. Que la noche en la que
todos duerman y no haya alguien escribiendo, este mundo se irá a la mierda. Si
pones atención y entras en los garitos sin pedir permiso, escucharás que
últimamente corre el rumor de que esto llega a su fin, de que, ni tus hijos, ni
los míos, verán la luz del día. Si les preguntas que cómo lo saben, te hablarán
de poesía.
Hay una librería
donde entre cuentos, ensayos y novelas han oído decir que las primaveras son
cada vez más cortas, que ya sólo florecen nomeolvides en los jardines del rey;
que la hiedra ya no se enrosca bajo ningún balcón, pues no hay novio que
corteje, ni chica adolescente en el mundo, que por palabras de amor, se
sonroje.
Si preguntas por el
mendigo con galones en la estación de tren, él te contará la historia de que
las olas que se vierten sobre las costas de la más que olvidada África, están
cansadas de llorar, y ahora, que apenas les queda sal, pretenden inundar el
continente. Que dicen que anhelan dar un trago de más, por los que siempre se
hizo de menos.
Dicen que el miedo
se ha salido de su escondite, se ha maquillado de decadente, perfumado de narcisismo
y ha salido a la calle vestido de espejo. A salido a buscar marido dicen, que
él quiere a alguien que se rinda a sus encantos y al tiempo, él quiere a
alguien que viva de puntillas y sin querer, le da igual que seas tú o que sean
todos los hijos de vecino a la vez, y a sus pies.
Si pones atención
escucharás al asfalto que habla de manifestantes y temblores, de justicia y
motores. El asfalto, cada noche, cuando nadie lo pisa, pregunta a la luz de las
farolas sobre cuál será el motivo que nos lleva asfaltar tantos caminos, les
pregunta qué a donde vamos si siempre nos ve volver. La luz de las farolas, que siempre han tenido más historias
que contar que la luz del Sol, siempre le responde diciéndole que no se
preocupe, que lo único que pasa es que, ya sea a oscuras o a encendidas,
estamos perdidos.
Todo lo escrito hasta
ahora se escucha por ahí, sólo hace falta oído y latidos para escucharlo decir,
y aquí, aquí qué se dice, aquí se habla de verdad y se dice de ella que sólo
visita entierros. Que le encantan los finales. Sea cuando sea, si el fin y
la verdad tienen que llegar… que nos pillen bien follados.
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