Rompimos a
llorar sin saber si dar la vuelta.
Presentaremos
nuestras rodillas a la tierra,
le daremos de
beber cobardía y aprenderemos a andar con ellas.
Lloverán
piedras,
nos insultarán
con quienes antes bailábamos
perderemos lo
que nunca tuvimos
perderemos con
lo que siempre soñamos
y no, no lo
recuperaremos
Hablaremos de
suicidios.
Roto el corazón,
los latidos buscarán hogar
en el único sitio
que prometa credibilidad.
Tal vez
incluso ni suframos con el sufrimiento,
tal vez lo
hagamos nuestro, nos aderece el día a día.
Sin reproches,
sin quejas.
Incapaces de
recordar algo mejor
Peor aún:
Incapaces de
imaginar algo mejor.
Tal vez muramos
de la peor de las formas,
sin motivos,
sin creer haber encontrado,
en otra
persona,
alas
Quizás nos
ahoguemos en la duda
de que será.
El tiempo apriete el cerco
y nos inunden
los años,
sin
miramientos,
sin universo,
perdidos.
Hasta tal vez
llegue el día en que nosotros
vendamos la
empatía a la profesionalidad,
la calidad,
los resultados y la estadística.
Las personas
dejen de ser números
para
convertirse en ausencias
y las pérdidas
dejen de ser números
para
convertirse en nosotros.
Tal vez
siempre estuvimos ciegos
y aunque la
lucidez llamara a la puerta
inspirando
eternidad garabateada,
nunca supimos
mirar
Peor aún:
nunca quisimos
mirar.
Dentro, la
oscuridad es un consuelo,
si no lo crees, pregúntales a quienes prefieren no
haber vivido.
Fuera, la
ignorancia es el consuelo de quien no quiere ver dentro.
Y hasta aquí
seguimos,
derruidos.
Rotos.
amasijos de
escombros.
Un puñado de ahoras
que nunca
supieron
darse cuerda.
Andando en
dirección “encontrarse”,
Perdidos hasta
que dejemos de andar.
Tal vez el
amor fue, tan solo, la más perfecta de las ilusiones.
¿seremos
titiriteros o títeres? ¿Estaremos condenados a ahorcarnos con nuestros propios
hilos? ¿Somos los hilos que ahorcamos al mismísimo movimiento?
Tal vez sólo
somos un quizás que a los dioses les da pereza dilucidar.
Eternamente
inconclusos.
Peor aún:
Inconclusos y
momentáneos. Como un, casi-estornudo.
Seguramente,
entre vivir o
morir,
todos elegimos
la “o”.
El divagar, la
niebla,
la excusa, la
vuelta atrás en una despedida, el bostezo, la indiferencia,
el paso atrás
ante la violencia, el parpadeo, el garabato, el tarareo,
el no sé/ no
contesto, el maquillaje, la conformidad, la mano escondida que esconde un “dónde”,
un “puño”, un “nombre”. El que me lee, el que no, y el que nunca supo.
A lo mejor
toda esta mierda que gira
acabe por
vomitar
por
vomitar-nos
A lo peor todo
sirvió de nada.
Al margen de
los “quizás”, y los “tal vez”
hay una
certeza que impregna y acaricia cada verso
y que le da
cierta calidez:
Lo que seamos…
…lo somos.
Juntos…
…nosotros.
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