El
jueves conocí a dos mimos y entendí, quizás, como esos muertos de hambre nos
alimentan más que cualquier centro comercial.
Madrid
está de rebajas, rebajas de verano
Rebajas
de verano
mendigo
que pide, la palma bocarriba desnuda de su mano
exige
quien lo coja y lo levante del suelo que lo ha visto caer,
no es
por el peso del dinero que le das para comer.
Exige
quien lo saque a bailar sin enseñarle el cómo,
reclama
un nosotros,
no un: “toma
y arreglártelas solo”.
Rebajas
de verano
se
rebaja el horario del candado y el chapado en los jardines del moro
Rebajas
de verano
se
acorta hasta a la mitad el tiempo entre “No, gracias” y “No, gracias”
dichos a
los vendedores de cerveza en la plaza del 2 de mayo
Rebajas
de verano
en la
Almudena, se reduce la visibilidad de su fachada
marmórea
y latente,
tanto,
que los
ángeles de nuestro tiempo se inclinan ahora
ante la
tez morena de quien apuñala el silencio
con un
violín que exclama presente
El
jueves conocí a dos mimos y entendí, seguro, lo imprescindibles que son y nos
serán.
Son
nuestro “también”,
nuestro
“menos mal”,
y en
tardes tan bonitas como aquella,
son
nuestro “además”.
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