A su ausencia respondimos con adicciones, me empecé a dar
cuenta cuando aquel yonqui nos llamaba “Hermano” y siempre nos preguntaba por
la misma mierda. Debimos saber que no funcionaría cuando ella no echó la
vista atrás. Nos debimos de haber dado cuenta antes. La de risas que nos
habríamos echado si lo supiera…
Pero ella ya no está.
A las drogas canallas siempre les precedían los nudos de
corbata. Era un experto, esta vez consciente, en hacer creer que era un
profesional, de los pies a la cartera. Estaba vacía, pero siempre parecía
llena. En esta parte del camino siempre nos parábamos a hacerle el amor al
desencanto. Fríos decían que acabábamos siendo, aunque aún reservo mis dudas.
Ella nos habría ajustado la corbata y bajado la bragueta con tan solo una sonrisa…
Pero ella ya no está.
Viendo que nos hacíamos cómplices de su indiferencia, nos acogíamos
a lo que a veces, le despertaba más hambre: al arte. Como artistas, pintábamos,
escribíamos en noches de insomnio, parafraseábamos poetas de ultratumba y llevábamos
sombrero. Despertamos el interés de algunos pasos con corazón astillado, e
incluso nos creímos pasajeros del viento
con una vela atada a nuestro sombrero. La de ostias que nos habría dado si nos
hubiera visto…
Pero ella ya no está
Creímos olvidar su nombre, nos abrazamos a la desilusión,
creamos una parcela donde sólo crecíamos nosotros y un millón de espejos. De
candil, el miedo. De compañero, el silencio. Indiferencia como bandera, ¿Cómo
lo llaman? ¡Ah, sí!, pasotismo. ¿Y que
recibimos a cambio? Lo mismo, pero más frío.
Asco de ventanas…
Cada vez que veo una abierta, me pregunto:
¿Y si lo que ocurre, es que ella nunca estuvo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario