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Foto original de KeiranFoster |
Nadie recordaba haberlo visto cabreado.
Escribía,
siempre estaba escribiendo, incluso cuando dormía o se quedaba sin ideas y su
vista se escondía, escribía.
Solía desayunar
en un bar a más de tres paradas de metro de donde quiera que estés ahora, se
llamaba: “Aquí te espero”. Media tostada con mantequilla, un zumo y dos azucarillos,
uno para el zumo y el otro para la tostada. Se sentaba al fondo, en una mesa
que llevaba cojeando los últimos tres años. En una mirada escribió algo
parecido a esta poesía:
De finales vive la Luna
De principios el Sol
Y yo, que sólo
intento cambiar el mundo
sin que parezca que fui yo
... sin que parezca distinto.
Y ahora que, cada noche que dormimos solos
se burla de cada noche en la que te dije que nunca te
soltaría
... y te solté
Cada vez que intento recordar tu perfume
y se queda en el intento
se ríe de cada vez que te dije que te llevaría por dentro
... y lo olvidé
Esas noches en las que te escribo con palabras y no con
susurros
Esta venda que es de tela y no está hecha con tus manos
Estos dos pómulos que se han cansado de vivir naufragados
en mares de lágrimas saladas
y ese puto olor a cicatrices quemadas
que ni cura, ni olvida, ni espanta.
Ese puente que construimos entre tu mirada y la mía,
que no ha habido tormenta ni brisa, desde entonces, que
no lo haya destruido.
Nuestros cuerpos que antes se mezclaban y que ahora se
avergüenzan
Nuestras miradas que antes se encontraban y ahora
huyen...
se burlan de aquella, nuestra aventura,
... que hace más de un día que pasó a la historia.
Fue en uno de
esos finales de los que vive la Luna en los que matamos a las hadas. Pinchamos
sus alas en el papel y creímos, a base de repetirlo, que nunca llegaron a utilizarlas.
La mesa cojeó, él
parpadeó y luego posó el marrón de sus ojos en sus manos. Siempre tan frías,
siempre pensando en cada una de las veces que le redujiste a tener que imaginarte
y en cada vez que llovías en sus adentros anunciando el principio de un
noviembre. Luego hizo un aspaviento con su mano que si hubiese hablado habría
dicho:
Últimamente sólo te recuerdo de espaldas, simbolizando tu
retirada o mostrándome mi debilidad. Sea como sea, últimamente, sólo te recuerdo.
Las sonrisas sonaban sordas, los paraguas, que nos
refugiaban de verdades, la lluvia, que nos mojaba a partes iguales y tú...
siempre tan traviesa, tan empeñada en destrozarte el labio a base de
provocaciones, tan alejada de todo “te quiero” por miedo a verte en un aprieto.
Tan amargamente tuya.
Y por último un suspiro que gritó:
Amapola entre trigales verdes, tú que naces roja y
brillante, provocando a tus iguales. Tú que
vives volcada en el afán de realzar colores, tú que no tienes más meta
que la primavera, tú, que tu corazón es negro como una experta en el amor. Tan
distante, tan profunda, tan elegante y cuando nadie lo ve, tan puta.
Tú que eres bella.
Porque bella flor es la que pronto muere, dime, porque
ella se empeñó en ser mi flor y tan pronto como me despisté se alejó con ese
deje suyo de ausencia, con esa capacidad, tan innegable suya, de matarme a
distancia.
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