
La diferencia entre tú y
yo, es que yo sé que he perdido.
Será otro, si, será otro
quien te cuente los rincones de tu piel. Será otro.
Hablarán de ti otros, de
los callejones sin salida que levantabas bajo las sábanas.
Reirás, si, reirás con
otros y tu magia la probarán otros.
Pero no habrá ningún otro
que sea capaz de verse frente a una hoja en blanco a admitirte que perdió. No
habrá ningún otro que sea capaz de echarte tanto de menos y no muera en el
intento. No tendrás el lujo de conocer a nadie que se pase las noches en vela
midiéndose las cicatrices que tu pelo le dejó. Créeme, ese seré yo.
He perdido, pero antes de
salir de lo que fue nuestra aventura dejé entrar a la lluvia, para que hubiese
alguien esperando cuando decidieras irte sola. Repiqueteo de transparentes
contra sombras cargadas de asfalto, así cae la lluvia hoy.
Me creí capitán de mi único barco y sólo encontré
fracaso. He perdido, si, y con mi derrota vendrán mejores. Serán otros los que
ganen, serán otros los que celebren mil victorias entre tus mil jadeos y mil
amores. Serán otros los que enciendan velas, regalen flores, caricias, piropos,
orgasmos y demás obras de arte.
Pero no habrá ningún otro
que te guarde las heridas, las mime y diga que son tan bonitas como son las
estrellas. Porque si, son tantas como ellas, pero no son ninguna cuando te
tengo cerca. No conocerás a nadie que te dice que te quiere cuando ya no tienes
sonrisas que rimen con esas palabras. Créeme, ese seré yo.
Serán otros los que te
cuenten historias, mejores que las que te contaba yo.
Pero sólo habría sido yo
con quien habrías hecho historia. Créeme, ese, habría sido yo.
Y dejo de escribir de ti
cuando:
Traspasan unas gotas de
agua por el cristal de mi habitación
caladas hasta los huesos
de miedo,
me dicen que han visto el
mundo entero
y que el mundo está
ciego,
que el viento llora notas
de final y recuento
y nadie las oye,
que las tormentas traen
ráfagas de frío que hablan de amor
pero que ya nadie tirita,
porque ya nadie las
siente.
Me dicen que vieron en la
sombra de un rayo suicidarse al romanticismo
que decía que ya no
rimaba con nada,
que había perdido la piel
en los ojos de la última hada.
Me cuentan que la tierra
huele a desgracia
y que huele a justicia clamada,
pero ya nadie la huele,
porque la gente sabe que
duele.
Que ellas están cayendo
sobre nosotros
dejándose la vida para
enviarnos su último mensaje,
que se juegan la vida
para decirnos:
Rendíos a vosotros
mismos,
amad,
No alcéis ni la voz ni
las banderas. Alzad vuestros corazones y hacedlo sin fronteras.
Sin más... las gotas se
secaron.
Y éstas palabras suyas, y
otras tantas que el viento nos ha regalado, creedme, vienen de los latidos de
un corazón, para el que ninguno estamos preparados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario